PUNTO PARTIDA:
Oceño (534 metros). El cruce de Oceño se encuentra en plena carretera AS-114 (Arenas de Cabrales – Panes), en Mildón, justo al entrar en Peñamellera Alta. La renovada carretera de Oceño serpentea durante unos 4 km hasta llegar al pueblo.
DIFICULTAD:
Baja.
DURACIÓN:
6 horas.
DESNIVEL:
800 metros.
MAPA:
I G N 56-II. Escala 1:25.000.
DESCRIPCIÓN:
Poco queda del viejo camino de Trespando. Como por las mañanas no está el horno para bollos, no nos complicaremos, y ascenderemos por las rodadas de los coches que suben por la pista hasta el collado.
El pueblo se recoge en un cuenco de vega, haciendo fondo con la valleja de prados que fluye desde el Collao Trespando. Este pozo de huertas queda cerrado por una barrera caliza que devola sobre la angostura del Cares. Vertiente de peña por la que remonta la carretera de Oceño.
En la primera casa del pueblo iniciamos la andadura por la pista. Caminamos alejándonos del pueblo y, sin embargo, volvemos al mismo. Arriba, en un alto, pasamos junto a la iglesia de Oceño, con el correspondiente tejo. Su pórtico es la atalaya de Oceño. Bonito mirador que soslayamos, pues la misma imagen del pueblo nos aparece unos metros más adelante.
La pista alterna el asfalto con el hormigón de las rampas más pendientes. Traza una serie de revueltas, hasta llegar a la majada de Jaces, en una collada del costado de la vaguada. Los altos calizos de los Picos se irguen (o yerguen) por detrás de los Puertos de Era (estribaciones de Ándara, como esta sierra de Oceño).
Resta el último tramo de carretera, cuyo asfalto finaliza en el Collao Trespando (764 m.). La última vez que pasamos, todavía quedaba la joguera y el armazón de la barraca que se monta, en la fiesta de agosto, en la collada.
En el Collao Trespandiu sube, a nuestra derecha, un nuevo ramal de pista que muere en la majada de Carraspión. Durante el ascenso queremos ver restos del antiguo camino. Pudo confundirse, en otro tiempo, con la rellenada zanja de tubería que viene del entorno de La Galavín. Hoy, la uniformidad de la pista, nos distrae en la contemplación de los dispersos árboles que jalonan esta parte del recorrido.
La cabañas ruinosas de Carraspión se concentran en el fondo de una cegada vaguada, donde recala la pista. Vega arriba, remontamos a la collada que queda a la derecha del Cueto Carraspión, cortada balconada sobre la cabecera del río Rubó, afluente del Cares. Reconocemos la collada por una caseta de registro de la traída.
Traspuesta la collada, vemos la senda serpentear por las laderas que vierten al alto Rubó. Contentos con el reconocimiento del camino, alguien nos avisa de nuestro error. Acabamos de confundir la traída de agua con el camino. Ambos coinciden al principio, mas, en breve, el camino pasa, por un pasillo, a la otra vertiente de la pequeña sierruca de Las Compliceras. Aunque también podría seguirse el rastro de la traída, eso sí, perdiendo las vistas del Naranjo que nos ofrece el antiguo camino de Tamandón.
El sendero faldea por las laderas de fluyen hacia la majada de Collantes, perdida en mitad de un ceñido valle. El camino de Collantes permite otra alternativa de ascenso hasta el Collao Llamea, al que nos dirigimos. Este acceso a la majada es más bravío, aunque bastante más liviano. Liviano hasta la majada, pues luego, hay que remontar todo el desnivel perdido hasta el Collao Llamea.
El Collao Llamea frena la pequeña sierruca de Las Compliceras y queda comprimido bajo los contrafuertes del Cueto La Galamería. Rincón sombrío de hayas donde se desdobla el camino de Tejaúra (Tejadura) y el de Tamandón. Aquél tiene más de trocha que de camino. El nuestro, el de Tamandón, conserva el sendero, por el más frecuente paso de hombres y animales.
Trasponemos la collada, en dirección Este (cabecera del río Rubó). El sendero de tierra baja, entre matorral, por la vera de un arroyuelo. Buscamos, con la vista, la próxima majada de Tamandón. Breve descenso hacia la majada que se interrumpe bruscamente. Nos salimos a medio camino de la vega, por un sendero, más pisado, que tira a mano derecha. Faldea por una mancha de árboles, por encima de Tamandón. Entre la arboleda se resguarda una caseta de registro, donde mana el agua que se transporta por la soterránea traída que conocimos en Trespando.
Dejamos lo árboles, e iniciamos el último repecho, cuesta arriba, con la mirada puesta en el Collao de Galavín (1.038 m.). Esta collada forma la depresión de engarce con la cabecera del valle de Rubó y con la majada de Sombeju, cabecera de la Canal de Ciercos. Un mojón y una pequeña charca constituyen los elementos característicos de este paraje.
Desde el Collao Galavín tenemos a un paso la cumbre del Vigueras, vértice geodésico y techo de la Sierra Nedrina.
El Cabezo Vigueras se encuentra al Nordeste del Collao Galavín. El sendero, en principio difuminado por el pasto de la collada, empieza a remarcarse en cuanto se inicia la cuesta de bajo matorral. Desde su inicio en la Collada Galavín, va formando un arco que se separa progresivamente del canto de la cuesta. Su largo faldeo ascendente por la vertiente del alto Rubó, con concesiones visuales a Tamandón, tiene que pagar el arancel de su pérdida de desnivel con respecto al canto de la cuesta. Y lo hace con una corta acanaladura, que nos planta en la base de los primeros afloramientos calizos, contrafuertes del vértice del Vigueras. La vereda los remonta para dar vista a la escondida cumbre.
El Cabezo Vigueras (1.320 m.) forma un sierrón por la vertiente de Rubó (afluente del río Cares), abarcando panorámicamente desde los altos de los Picos hasta la Sierra del Cuera, pasando por parte del camino recorrido. Del otro lado, la desplomada nada planea sobre la Canal de Ciercos (cuyas aguas mecen al Desfiladero de La Hermida, es decir, al río Deva). Vigueras y el menor Cueto Taconero son los baluartes de esta canal, torres que se esconden a las perspectivas cimeras de la Sierra Nedrina, por su vertiente Norte.
Comidos, tanto los que coronaron el Vigueras, como los que sesteaban en la collada, reinician la marcha hacia la cabecera de la Canal de Ciercos (sendero intermitente que baja hacia el Sur/Sudoeste). Ladera abajo, siempre tirando a la derecha, recalamos en Sombejo.
Sombejo es una alargada vega que forma la meseta cimera de la Canal de Ciercos. Sus cabañas se esparcen, indistintamente entre la vega, la vera del río San Esteban y los riscos que cierran la recóndita meseta. Árboles desgajados de la más norteña Sierra de Cocón, buscan el cobijo de las cabañas. Río, cabañas, árboles, pasto y, con la llegada de la primavera, ovejas, cabras y vacas, que alimentan el queso de la Canal de Ciercos. Idílico conjunto ensombrecido por una estruendosa cascada, que va fluyendo desde las laderas de los altos de la Galamería, para romper, con fuerza en un salto que llena de espuma las ya escasas tejas de Sombejo.
Decir Sombejo, es decir la cabecera de la Canal de Ciercos. Dos colladas la enmarcan a ambos lados: el Collao La Galavín y el Collao Pandecova (inserto en las cimeras de la Sierra Cocón: Cuetos de La Cerralosa y Los Tombos). El circo de la cascada queda recortado por los Cantos de La Galamería, vigilados por la atalaya caliza del Cueto de La Galamería.
Por la meseta de Sombejo, el sendero va cercano al río San Esteban. Dobla el canto que cierra la meseta de la majada, apartándose con solemnidad del joven e impetuoso río.
El camino de la Canal de Ciercos, desciende separando las bases de las torres de la Sierra Nedrina de las laderas que vierten al río San Esteban. Esta vertiente de la sierra, abierta y soleyera, contrasta con la vertiente Norte de la Sierra de Cocón, cerrada, umbría y poblada de bosques. Pero tienen algo en común, las pindias canales que las van vertebrando y las cortadas paredes que ciñen Ciercos.
Las manchas forestales del camino apenas son una excepción. De ahí que las disfrutemos con detenimiento. El resto, es una mirada al fondo del río, alguna cabaña perdida en mitad de la vasta ladera, torrenteras y pasillos ceñidos al lado de una mediterránea encina.
La tónica del descenso gira con brusquedad. Una sucesión desigual de tornos se precipitan ladera abajo, cortando una falla del terreno escondida entre nogales. La pérdida de altura es inmediata. Va suavizándose en una paseo final que nos devuelve al río San Esteban. El camino muere en la penúltima revuelta de la carretera de subida al pueblo que da nombre al río.
San Esteban fue declarado pueblo ejemplar por la Fundación Príncipe de Asturias, allá por el siglo XX. Allí nació el ahijado del Príncipe de Asturias. Cerca del pueblo hay un mirador, casi una bacinilla de vigilancia de la Canal de Ciercos. Algo más allá, tenemos un área recreativa, al amparo de los bosques de la falda de la Torre de Árguma (extremo de la Sierra de Cocón).