PUNTO PARTIDA:
Jito de Escarandi (1.285 metros), límite de Asturias y Cantabria en la carretera que desde Sotres va a Tresviso.
DIFICULTAD:
Alta.
DURACIÓN:
7 horas.
DESNIVEL:
1.300 m., en descenso. El desnivel acumulado de bajada puede rondar los 1.700 – 1.800 m., debido a los dos tramos de desnivel positivo que se intercalan en la ruta.
CARTOGRAFÍA:
Adrados Picos de Europa Macizo Oriental, Escala 1:25.000.
DESCRIPCIÓN:
La propuesta de esta travesía surgió de un grupo de montañeros veteranos que recordaban una vieja ruta, acometida en los años ochenta del pasado siglo.
Aquel día habían recorrido la pista que enlazaba los pueblos hermanos de Sotres y Tresviso, a través de la divisoria del Jito de Escarandi. El último tramo de la bajada seguía la pista minera que se asoma al Balcón de Pilatos, con final en Urdón (Desfiladero de La Hermida).
El tiempo pasa y no se detiene. La antigua pista es hoy una carretera de montaña. El entorno no deja de ser hermoso, mas al montañero le duele sufrir el abrasivo asfalto en sus pies.
Examinando las posibles alternativas, al final los miembros del GM Llama Ello, optamos por una variante más natural o ancestral, que se pasa a describir a continuación.
1)Jito de Escarandi – Presa del Sobra.
El Jito de Escarandi (1285 m.) era línea divisoria entre Asturias y Cantabria. El mojón se situaba en una loma secundaria de la sierra. Devolando la collada se entraba en los pastos de la Vega del Tejo, ya en la Comunidad Autónoma de Cantabria.
Un nuevo pleito entre Asturias y Cantabria fijó la nueva divisoria en la morrena principal, aguas vertientes al río Duje (afluente del Cares) y aguas vertientes al río Urdón (afluente del Deva). No obstante, la naturaleza es sabia. No entiende de litigios. Se mofa de los hombres reunificando ambas cuencas en un mismo destino, en la vanguardia de Ándara.
En el aparcamiento del Hoyo del Tejo (1301 m.), la carretera de Tresviso hace de linde vecinal. Al Oeste quedan las dos cabañas de la Vega del Tejo, ahora pertenecientes a Cabrales, con su larga vega que apunta al antiguo jito. Por el lado cántabro de Tresviso, en el talud del aparcamiento, se empoza la majada del Hoyo del Tejo.
La explanada es encrucijada de caminos. La toca en tangente la vía asfaltada de comunicación entre Sotres y Tresviso. Por la loma divisoria remonta, al Sur, la pista minera del Casetón de Ándara. Más desapercibida, dobla al Este la pista de La Corta, con dirección a Bejes.
Con el cálido sol saliente que ilumina nuestros rostros, se inicia la andadura por la “carretera de La Corta”. Aunque se trata de una pista de tierra, siempre reclamaron los habitantes de Tresviso su conversión en carretera, para tener salida por Cantabria.
En los primeros pasos, la pista ya se encuentra hundida en el remanso de las laderas que vierten desde la pista superior del Casetón. Regenta esta vega de brezal una solitaria nave despoblada de ganado.
El descenso se vuelve más acusado. Entra lineal por una vaguada que se deja caer, en un par de tornos, al Valle de Valdediezma. Sin necesidad de bajar a la larga llanada de pasto, en la primera revuelta de la pista, un camino se adentra en las faldas de los Cantos de Valdelafuente.
Este tramo presenta alguna bifurcación y varias sendas que se dispersan por el próximo hayedo. El camino (Nordeste) transita paralelo al fondo del valle y a la cumbrera de aquellas picas de Valdelafuente (cuyos afloramientos calizos inferiores trata de lindar). La pista de La Corta, después de pasear por la vega del valle, pasa a la ladera opuesta, manteniendo ese recorrido paralelo.
Sumido en el bosque, pierde su rastro. La salida del Monte Valdediezma permite una mayor perspectiva del entorno. El valle se ha reconvertido en un arroyo de torrentera que quiere modelar su propio cañón. El hayedo se retrae para pegarse a la umbría norteña. La caliza va tomado posiciones. Un ramal entra remolón desde el apacible valle. Se funde con la vieja Senda Sulamoria. Sin solución de continuidad, la evidencia del camino llama a nuestra ayuda. Los suelos de tierra y hoyas, se tornan en tornos muriados y camino de piedra. Aquella Senda Sulamoria perdida entre el monte, reclama su pasado de ancho camino de tránsito. Disfruta con los apuntes bravíos del oscuro Ándara, mientras desciende con la cercana reseña del arroyo de Valdediezma.
La pista de La Corta ya se perdió en las alturas de los cantiles de este torrente, doblando hacia las vegas de Truea, la Cerezal y La Llama. Pronto la senda debe dejar también la referencia del arroyo. Va girando al Norte, remontando sobre la cuenca de otro río: el río Sobra.
El Valle del Sobra queda separado de Valdediezma por los Cantos de Valdelafuente. La Senda Sulamoria termina en la Presa del Barrial. La presa en una vía de escape, como las aguas que horadan esa muralla nacida muerta.
Este recóndito valle, se refugia de los vientos del Norte por las cimeras de la Sierra de Cocón. Atraviesa las laderas inferiores de la sierra la carretera de Tresviso. Por las cabañas de los Casares se puede salir a la carretera, junto al Pico Cerréu, en cuyos flancos se ha habilitado una cueva para madurar el queso Picón (denominación de origen Bejes-Tresviso).
2)Presa del Sobra – Llosa Cima – Tresviso.
Por el Puente los Casares, bajo la Presa del Barrial, se salta de la Senda Sulamoria a la Senda de las Cañadas.
El inicio de esta senda, mantiene la dispersión del arranque de la Senda Sulamoria. Las cuestas de brezo aguantan con dificultad el pasado remoto de los antiguos caminos. En la roca desnuda, las cicatrices resisten el paso de los siglos; en el matorral y la tierra, se desdibuja el pasado de un pueblo.
La Senda de los Casares se inicia en la margen izquierda del río Sobra. Ladea por la Cuesta de los Casares, en las faldas del Pico Cerréu.
La cuesta es un paréntesis entre el valle y el barranco del Sobra. La vereda escapa por los cantiles Sudoccidentales del Pico Cerréu, que entran en cuña en la mecedura de los arroyos Sobra y Valdediezma.
Al devolar el canto la sencillez de Ándara se torna en despeñaderos bravíos. Un coteruco al lado de la carretera, como es el Pico Cerréu, son peñas y cuevas que comprimen por el Sur el Barranco del Sobra. Una travesera de peña donde se ha tallado y muriado un camino.
La suavidad de la Senda Sulamoria, contrasta con la mayor angustia de la Senda de las Cañadas. Cuanto más se pierde altura, más ruda se vuelve la Ándara lebaniega. Ante la agresividad de la peña, impone el hombre la ingeniería de sus caminos.
El muriado camino cantea las estribaciones Sudorientales del Pico Cerréu, dejándose morir con lentitud en otro sendero que corta su tendencia. El nuevo sendero viene escapado de Trescañimuelle. Nada más logra verse ladera abajo. Se intuye en el fondo del despeñadero una alternancia toponímica. El Barranco del Sobra se descuelga, sin solución de continuidad, en las profundidades de un nuevo cañón, el desfiladero del río Urdón.
No se está hablando de un cambio de nombre. El río Urdón no es una mera continuación del río Sobra. Los antiguos ya intuían el cambio. Nos han legado el topónimo de Bárdina del Nacimiento. La Cueva del Agua, una sima que recoge las aguas del alto Ándara, incrementa notablemente el caudal del arroyo del Sobra. Forma una canalización natural de las nieves de Ándara, que deja sin caudal la Canal de la Jazuca y el lecho del Valle de Valdediezma.
La mayor parte de los chorros que se precipitan por los toboganes de la sima, se canaliza en el llamado Canal de Reñinuevo, que alimenta la central de Urdón.
Enlazados el camino de Trescañimuelle y la Senda de las Cañadas, el sendero se dirige a la Llosa Cima. La majada se encuentra próxima al cruce de caminos. El techo de una de las construcciones, parece una terraza de una región o país soleyero; aunque el tapiz vegetal de resaltado verdor reivindica el origen cantábrico.
La senda se aprieta entre una cabaña en ruinas y un aprisco troglodítico. La Llosa Cima recoge sus elementos en un enclave vegetal que recubre la Canal de Urdón, cuya parte superior regenta.
En la esquina de la cabaña, el sendero se tropieza con un PR del Parque Nacional, un raro circuito por los bajíos de Tresviso. Por los prados de la majada, se pasa a las peñas del otro lado por una senda de tierra, marcada en el pasto. Cerca de otra de las cabañas, se coge la senda muriada que remonta por todo el Monte Robredo. En uno de los tornos del ascenso, logran verse las cascadas del Canal de Reñinuevu, la mayoría artificiales (sobrantes del canal).
El camino muere en el Prau Lleu, una isla de larga pradera escondida entre el bosque. Se corta toda la finca en dirección Nordeste, sin pasar el linde de muria que se deja a la derecha. Del viejo camino de Tresviso apenas queda, en esta esquina del prado, una senderuca que se cuela entre dos rocas.
Manteniendo la dirección, el sendero, aquí con mejores vestigios de pasado remoto, choca con una pista. Apenas cortarla, el sendero continúa con tendencia Nordeste. Casi una vereda de tierra bien empinada.
La senda se encarama en la pista definitiva. Un desnivel de hormigón de gran porcentaje llama a las puertas de Tresviso.
Municipio de la Liébana de la peña. Linda con la Asturias oriental en la Sierra de Cocón. Municipio aislado; municipio de un solo pueblo, llamado Tresviso. Cuenta con ayuntamiento, pues carece de comunicación asfaltada con la Cantabria en que se integra. Cinco kilómetros separan a Tresviso de la nacional que vertebra el Desfiladero de La Hermida; revueltas abismales de un viejo camino minero que, aunque alguna guía lo contemple, no permite el paso de vehículos de cuatro ruedas.
3)PR-PNPE 29: Pasá de Picayo.
La garita de autocar, un bebedero, alguna cuadra y una quesería son la antesala del oculto Tresviso. Devolando la collada en que finaliza la carretera (928 m.), se descubre una aldea recogida en una ladera que mira hacia Cantabria.
La calle principal pasea por lo alto del viejo Tresviso. Tenadas y caleyas encerradas entre casas de piedra recuerdan tiempos pasados. Mas el remozado piso de la calle, habla de un presente más cuidado y turístico.
En la amplia revuelta que dobla al centro del pueblo, se toma la pista que sube a los invernales de La Mesa. A la derecha se deja el curioso edificio del ayuntamiento, anexo la iglesia.
El hormigonado tramo de pista es breve, pues pronto se encuentra la desviación del PR de la Pasá del Picayo. El ramal entra en unos invernales, sitos a un par de fincas del pueblo. Del suelo ganadero, parte el sendero que ahora se inicia.
Atraviesa toda la ería de Tresviso. Abajo, en el remanso de la ladera, grupos coloridos de personas, van y vienen por el camino de Urdón. Ambas sendas, en los primeros pasos paralelas, se separan con prontitud. La pista inferior, desciende rápidamente hacia los invernales de Prías. El sendero de San Esteban se sube al monte, justo para remontar los ariscos que rompen sobre aquellos invernales.
Este primer paso del sendero se alinea entre las cabañas y la Horcadura del Canto. Los 1278 m. de este bello mirador marcan el declive de la Sierra de Cocón.
Traspuesto el cantuco, un breve descenso de camino asentado hace de llave de entrada a las uniformes laderas sureñas de la sierra. Por las cimeras los cantos se desdibujan; por la falda de la ladera que se flanquea se sigue la evolución de los peregrinos de Tresviso, revueltos en una pista sin fin que pende sobre el abismo del río Urdón. Al otro lado del cañón, la Sierra de Bejes, por cuyos flancos fluye el Canal de Reñinuevo.
El Cuetudave detiene la morrena de esa sierra, apretada entre el río Urdón y el río Corvera (o de Bejes). En las verticales de esta peña, pende una casita. No es más que la central somital en que se entuban las aguas del canal, en un romper contra las turbinas de la Central de Urdón.
El contrapunto no se aprecia hasta remontar el Collao del Canto Morón, en que finaliza la larga travesía. Si el Cuetudave contiene la Sierra de Bejes, apoyando sus pies en el Deva de La Hermida; la Torre de Árguma hace lo propio con la Sierra de Cocón.
El Canto Morón separa las canales de Coseñores y del Requejo. Aquélla se acaba de atravesar casi sin apercibirse, pues forma una acanaladura con tintes de ladera. No ocurre lo mismo con la Canal del Requejo, que se estrecha contra los contrafuertes de la Torre de Árguma.
Desde el Collao del Canto Morón se baja al lecho de la Canal del Requejo. También hay que atravesarla, pero ganando unos metros. El camino tiene que reinventarse, pues la Sierra de Cocón da por finalizada la tregua. Las laderas se tornan desventíos, los valles quebradas, los pastos peña y las colladas horcadas al cielo. El sendero señala el paso; aunque inverosímil, paso. No es, sin embargo, la vía más franca.
Existen tres senderos para caer a las laderas de Árguma, en el extremo de la sierra que cuelga sobre el Desfiladero de La Hermida. La vereda natural trepa a la Torre de Árguma. Desde la torre ya se bajaría al Este por fácil ladera. Esta alternativa evita el paso por los Picayos.
El sendero intermedio está prácticamente en desuso. Los pastores apenas lo evocan, refiriéndose a tiempos pasados. Quizá todavía se aventure alguna cabra despistada. Se une al que ahora se recorre en el Collao el Árguma (lo que aquí se llama collado asemeja un nido de águilas).
El camino inferior va muriado por la peña. Tiembla en equilibrio inestable por los contrafuertes inferiores de la Torre de Árguma. Esta travesía colgada sobre el abismo está protegida con cables de acero. Barandillas y postes de orientación eran, en las fáciles faldas sureñas, notas de color sin mayor trascendencia. A partir de aquí, serán una constante en los pasos de mayor relieve.
La angustia se atempera en el rincón del Tombu Su La Vara de Arriba, una cueva en que las cabras sestean al calor del sol. Desde la cueva se remonta por zona de llambria hasta el Collao el Árguma, donde se vuela a los riscos de Los Picayos.
Comienza el descenso hacia las laderas de Árguma, mientras el cozarón golpea con fuerza. Las quebradas y agujas de los Picayos cortan el paso a esos herbazales inmensos. La vereda mira a Urdón desde el Olimpo. La senda queda atenazada en el vacío. La única escapatoria es la Pasá el Picayo, una travesía aérea, con tintes funanbulistas (pero con red).
Por un pequeño destrepe la vereda se aprieta por la Canaluca del Picayo, que se agarra a los cables de acero. La Jorcá del Picayo es una puerta entre dos mundos. De los abismos insondables se pasa al mundo de la luz y la esperanza. El terreno sigue siendo abrupto, pero franco. En travesía descendente, la senda se une a las laderas que bajan de la Torre de Árguma. Doblando el canto de la diagonal, se reposa en El Árguma. Estas laderas de pastizal quedan colgadas en el extremo oriental de la Sierra de Cocón, en su fallecer en el Deva.
Por El Árguma se va rolando hacia el extremo nordeste de la sierra. Abajo, en el fondo del desfiladero, la venta de Rumenes ve a los coches circular por la nacional. En esa solitaria casa se encuentra el cruce de la carretera de San Esteban de Cuñaba. Entre el herbazal se va dibujando una senda hecha a base de fesoria.
En los giros, bajada apunta a la boca de la Canal de Obreros (Norte). Desplazándose hacia la izquierda, dobla una collada por la que pasa a la Canal de Retriegapiernas. Descendiendo por la ladera, se mete en su lecho. A la espalda se deja una enorme aguja de vastas proporciones. La vereda sigue bajando por la canal, que apunta a un embudo cegado.
La fácil entrada en la cara asturiana de la Sierra de Cocón desconcierta. Las suaves líneas de la vertiente cántabra, son pasajes salvajes por baja Peñamellera. En cuanto cede el espolón de la derecha, la senda se pega al mismo. Sube unos metros. Por una trepada, con muria, tallada y asegurada, pasa a una collada de pasto.
Breve respiro para bajar a los cantos cimeros de la Canal de Las Tejucas, donde un par de balaustradas dejan asomarse al rompiente de Retriegapiernas.
La Canal de las Tejucas se inicia y termina con dos tramos de destrepe, acondicionados ambos con cables y seguros. Superados estos escoyos, la senda de fesoria atraviesa bajo la escupidera de la canal. En la última bajada, la peña se funde con el bosque en el Collao Medio (484 m.).
El PR continúa hasta San Esteban de Cuñaba; pero el autocar espera en Urdón, separados por una hora de carretera. Para salvar esta contingencia, se sigue por el bosque al próximo Collao Obreros (al Este de aquél).
En el Collao Obreros vierten las aguas procedentes de El Árguma por la Canal de Obreros. Devolando la collada, se toma el sendero que baja directo a la carretera de La Hermida, en el Pozo del Infierno (río Deva). Hay que tener en cuenta que el sendero está afectado por las redes que evitan las caídas de piedras a la nacional.
Remontando el Deva a contracorriente, mientras vuelven la cabeza quienes prestan atención al juraco del Cueto Cuñaba, se culmina la ruta en Urdón.
Alternativa
DIFICULTAD:
Muy fácil.
DURACIÓN:
5 horas.
DESNIVEL:
1.300 m., en descenso. El desnivel acumulado de bajada puede rondar los 1.500 m., debido al tramo de desnivel positivo del Monte Robredo.
DESCRIPCIÓN:
Desde el Jito de Escarandi hasta Tresviso la ruta el común con la principal. Al llegar a este pueblo, mientras unos van a pasar apuros en los Picayos, otros bajan al bar de Tresviso para catar el queso Picón (denominación de origen Bejes-Tresviso), un queso cántabro de aspecto similar al queso Cabrales asturiano.
La Senda de La Peña.
Se trata de una de las rutas más recorridas de los Picos de Europa, ahora señalizada como PR por el Parque Nacional.
Originariamente era una pista construida para explotar los yacimientos mineros de Ándara (Macizo Oriental de los Picos de Europa). Su trazado se debe a la imaginación de los ingenieros que la idearon. Su belleza se halla también en los glaciares y ríos que modelaron un cañón, apenas apuntado en los primeros pasos de la ruta por el Monte de Valdediezma.
La Senda se coge en la parte baja de Tresviso. Nace, aparentemente, como una pista de servidumbre de fincas. Los invernales de Prías son el último guiño al mundo rural; pasados los invernales, se dispersan por la ladera bocaminas y escolleras. En este efímero paseo de recreo, la pista toca el corte de la Canal de la Cerrosa, junto a una torreta del monumental tendido.
El segundo torno de esta sucesión de revueltas, está apoyado en una pared vertical de unas centenas de metros. Balconada al cañón del río Urdón, que lleva el sobre de Pilatos. Una mirada eterna que se rememora en cada revuelta de la pista: en lo alto el Mancondíu, jito natural que indica el emplazamiento del Casetón de Ándara; en la zona media la Sierra de Bejes, por cuyos flancos serpentea el Canal de Reñinuevo, que alimenta la central de Urdón. Canal Negra, Matallana y Túnel de los Muertos, son topónimos de hablan de una sierra no tan inocente. Y, en el fondo, el río Urdón, que parece venido de Valdediezma y el Sobra, pero que nace, sin embargo, de las mismas entrañas de la tierra en la Bárdina del Nacimiento.
El camino carretero minero se sostiene con muros de contención, de un lado; mientras, del otro lado, sigue comiendo terreno a la peña. Luego descansa en una ladera abierta de gravera. Todo su trayecto queda plasmado en una mirada. El monótono zigzag va tocando, una y otra vez, los cantos de la ladera.
Una variante de uno de los tornos, permite al andariego detenerse en uno de los descansos de las carretas de bueyes. La Posa Ciabedo asoma a la empozada Canal de la Cerrosa, mientras la torreta en ella emplazada, zumba sobre los montañeros recostados.
Toda la panda tiene forma de punta de flecha que apunta a los abismos del río Urdón. Las revueltas se van haciendo cada vez más cortas. Los abismos envuelven la senda por ambos costados. La pista parece detenerse en un peñasco que, por su configuración, algunos confunden con el Balcón de Pilatos. Si bien es cierto, que esta balconada natural no tiene nada que envidiar a aquél.
Justo en el extremo de la ladera que se viene descendiendo, dobla el camino minero por la rampa de La Bargona. Camino sobre camino. Dentro de la caja del camino carretero, un sendero traza continuos zigzag para reducir la pendiente.
Los tornos de la pista se han tallado en plena pared. Toma todo su sentido el topónimo “Senda de la Peña”, con que se denomina a esta pista minera. Agarrada a la pared, va bajando hasta los fondos de la Canal de la Cerrosa.
Ya en este apretado canalón, comprime sus tornos, según lo permite la angostura. Un pequeño ojo observa a los mochileros que ya bajan de Tresviso. De manera intermitente, alguna persona se asoma en forma de pupila.
El camino escapa en llano de la moribunda Canal de la Cerrosa, en su ansiado verter al rugiente Urdón. El efímero paseo entre paré y arbustos, apunta a las Canalucas del Grezo, donde la Senda de la Peña acomete sus últimos tornos. Por un bocado comido a la peña, se asoma a los pozos cristalinos del bajo río de montaña.
Un alto puente de piedra vadea el río “de Ándara”. A unos pasos se encuentra el hermano pequeño, el puente de Los Vertederos. Sortea el reseco torrente que, esporádicamente, vierte los extremos reboses del Canal de Reñinuevo.
El tranquilo susurro por la margen derecha del río toca a su fin. La cabeza se eleva sobre el terraplén del camino. Un monorraíl perdido vertebraba toda una ladera sinfín. Panda cegada bajo los desplomes del Cuetudave. De los vestigios de aquella línea, se conserva, qué remedio, el doble tubo que recoge el agua del canal.
Antes de comer, se intuía en los fondos abisales de Cañimuelle, el nacimiento de un río. En los últimos compases del recorrido, se asiste a su aliento postrero. Mas no toda su agua fluía por los lechos del cañón, sino que parte de su caudal se encauzaba por los flancos de la Sierra de Bejes. Ahora es ese flujo eléctrico quien contempla al caminante desde el vacío del colgado casetón. Unos aros de escalera engalanan el vertiginoso reencuentro de aguas gemelas.
Al final del corto tramo de Entrelospuentes, llega el camino procedente del canal. La toponimia dicta el siguiente paso a dar. El camino se detiene sobre el río, examinando el edificio que oprime el cañón.
Un obstáculo aparente, que el río salva por debajo, y la pista por su costado. La hidroeléctrica pone fin al camino. Al otro lado mece el camino de Tresviso a la nacional del Desfiladero de la Hermida, y el cristalino río de la peña junta sus aguas con el marrón Deva del valle lebaniego.