PUNTO PARTIDA:
En Posada de Valdeón (930 metros).
DIFICULTAD:
Fácil.
DURACIÓN:
Dada la ausencia o casi inexistencia de desnivel positivo, se trata de una de las pocas rutas de montaña en que es mejor hablar de kilómetros que de horas de camino. Desde Posada de Valdeón hasta el entorno del embalse de Poncebos se recorren poco más de 20 km.
DESNIVEL:
Unos 450 m. en descenso desde Posada de Valdeón hasta el pueblo de Caín. La Garganta del Cares, propiamente dicha, presenta un desnivel apenas apreciable; puede considerarse como una ruta llana (aunque la gente teme la última subida a Los Collaos, tal vez, por coincidir con el último tramo de la ruta).
CARTOGRAFÍA:
Adrados, Picos de Europa, Macizos Central y Oriental, escala 1:25.000.
ACCESOS:
La Garganta del Cares es una ruta que recorre el camino de servicio de la central hidroeléctrica de Poncebos, construido para el mantenimiento del canal de aguas que surte a dicha central.
Esta travesía a pie se abre paso entre los macizos Central y Occidental de los Picos de Europa. Pero el mismo itinerario de autocar que enlaza ambos extremos de la ruta, recordado por sus malas carreteras, curvas y tiempo, no desmerece del camino a recorrer.
Todo el conjunto de carreteras y caminos envuelve por completo el Macizo Occidental, del Cornión o de Las Peñas Santas; una circunvalación perfecta del macizo que acogió al primer Parque Nacional español, el de La Montaña de Covadonga.
En Cangas de Onís (oriente de Asturias) se enlaza con la N- 625, que remonta paralela al curso descendente del río Sella (límite occidental del Macizo de las Peñas Santas).
Río arriba, la carretera deja las vegas del Sella y ciñe su asfalto a las escarpaduras del Desfiladero de Los Beyos, donde una placa, recogiendo las palabras de Paul Labrouche, canta las maravillas de este angosto beyo del río Sella.
Aunque Amieva disfruta de una pequeña parte del Desfiladero de Los Beyos, la gran mayoría de sus riscos y desventíos se reparten entre los territorios de Ponga (Asturias) y Oseja de Sajambre (León).
Cuando la peña casi llega a juntar sus pulidas paredes, el sol rompe la umbría del beyo. Los ojos quedan cegados ante la abertura del valle de Oseja de Sajambre. Recibe al autocar el caserío de Cobarcil, donde en su tiempo hubo un bar que ofrecía buen vino y cecina de la tierra.
En este caserío ruinoso comienza la subida al Puerto del Pontón. Cerca se encuentra el río San Pedro, cuyas gélidas aguas hielan el puente de la carretera con los fríos invernales. El Salto de San Pedro, una de las mayores cascadas de la provincia de León, ha visto mermado su caudal por el aprovechamiento del río para producir energía más o menos limpia.
En los primeros kilómetros del puerto se encuentra la capital, Oseja, en las faldas del Pico Jario. El concejo es valle de inmensos bosques en cuyo centro se irgue la pirámide prieta de la Pica Ten. Este cono forma dos breves desfiladeros en el centro del valle. La carretera trepa por los contrafuertes del Pico Jario, en ruta hacia Verrunde de Oseja. Antes del Túnel de Verrunde se ha habilitado un mirador para contemplar las caídas de estos cantiles de la Pica Ten.
El resto del puerto se tiende bajo las hojas de las hayas y sobre los tapices de las praderas de Verrunde, de Oseja y de Vierdes.
La herradura de La Petanera apunta la última tirada del puerto. La fuente del Infierno es el más bello nacimiento del Sella, dejando de lado el nacimiento original, metido en los desagües de los bajos de la carretera a pocos metros de culminar el puerto, por carecer de la hidalguía correspondiente a un río tan emblemático.
La calva del hayedo talada en el margen de la carretera abre una mirada extensa a las grandes cumbres de los Picos de Europa, sobre los que destaca la hermosa pared Sur de Peña Santa, reina del macizo al que se trata de circunvalar.
Doblado el Puerto del Pontón (1296 m.), en la revuelta que envuelve la ermita del Pontón, se deja la carretera nacional para tomar el ramal que sube al Puerto de Panderruedas. Algo más de cuatro kilómetros de bosque y viejos litigios por los pastos de Llavarís recalan en el área de esparcimiento del Puerto de Panderruedas (1463 m.).
Collada de engarce entre las estribaciones de los Picos de Europa y el sector de la Cordillera Cantábrica regentado por el Gildar y la más escabrosa Cebolleda, Panderruedas es también paso entre los valles de Oseja de Sajambre y Valdeón.
Para una mirada más limpia del Valle de Valdeón, el autocar se deja bajar por la carretera. En pleno descenso del puerto se encuentra un mirador abierto a los contrastes del valle. En el fondo se alinean los pueblos de Caldevilla, Soto y Posada. Los Llanos están tan pegados a la capital que bien parecen una continuación de la misma. Lo mismo ocurre con Prada, sólo que este pueblo se aparta para el valle secundario del río Arenal, oculto a nuestra mirada y regentado por la solitaria Santa Marina de Valdeón.
Las vegas de este valle central de Valdeón brotan regadas por el río Cares. Sin apenas detenerse, se hunde bajo las peñas de los macizos Occidental y Central (bajo los dominios de Torrecerredo y la Torre del Llambrión) como cuña líquida que, por insistencia, ha logrado separar estos ingentes macizos.
Cordiñanes quiere esconderse de la mirada de la gente, escorándose en los primeros saltos del Cares. Caín, el último pueblo de Valdeón, vive aislado en el mundo de los despeñaderos.
Retorciéndose por las laderas norteñas del valle pierde altura la carretera hasta detenerse en Posada de Valdeón, punto inicial de la ruta.
REGRESO:
Antes de proceder a la descripción de la ruta conviene hacer unos apuntes de la ruta de retorno en autocar.
Terminada la Ruta del Cares en el embalse de Poncebos, se retorna al autocar. Aún se continúa por la cuenca del Cares, por un modesto desfiladero marcado en las estribaciones del Macizo Occidental y en las empinadas acanaladuras de Portudera (estribaciones del Macizo Oriental). Cinco kilómetros de carretera que comparte un nuevo canal de aguas que mueve las turbinas de la Central de Arenas.
En Arenas de Cabrales, extremo nororiental del Macizo Occidental, se gira abandonado el curso del río Cares. Ahora se remonta por la cuenca del río Casaño (afluente del Cares) enlazando los pueblos alineados en los fondos del valle de Cabrales. A la salida del Poo se encuentra el mirador del Pozo de La Oración, con una imagen directa del Naranjo de Bulnes.
Cerca se encuentra la capital de Cabrales, Carreña, en las vegas superiores del fondo del valle. Al poco comienza la subida al Alto de Ortiguero, donde se devola de la cuenca del Casaño a la vertiente del río Güeña.
Este río marca el límite Norte la Montaña de Covadonga. Por terrenos de Onís y Cangas de Onís deja que las últimas luces del atardecer tiñan de rojo las nieves de Las Peñas Santas, que, por este lado asturiano, deja el protagonismo a la Peña Santa de Asturias o Torre de Santa María.
El circuito de cierra al entrar de nuevo en Cangas de Onís, ciudad asturiana en que la Montaña de Covadonga deja que sus cuestas lejanas asistan a la mecedura del Güeña y el viejo río Sella.
DESCRIPCIÓN:
El Valle de Valdeón se hunde al Sur del Macizo Occidental de los Picos de Europa. El Macizo Central forma la muralla oriental de este recogido valle; siendo las norteñas laderas boscosas de la Cordillera Cantábrica las que lo separan de La Meseta.
En el valle troncal se asientan los pueblos de Caldevilla, Soto, Posada y Los Llanos, en el curso alto del río Cares.
Este río nace en la Hoya de Frañana, cuenco cerrado entre los picos Gildar y Cebolleda. Salta por el valle de Frañana para remansar en las vegas del Valle de Valdeón. Este largo remanso se interrumpe pasado el pueblo de Los Llanos, cuando ya inicia su corrosiva caída royendo las calizas de los grandes macizos de Los Picos de Europa.
1Posada de Valdeón – Caín).
Posada es la capital del Valle de Valdeón. Aunque tiene comunicación por carretera con el núcleo de Caín, se inicia la andadura en la propia Posada, pues (pese a las obras de acondicionamiento de la carretera) el tránsito de camiones y autocares es bastante problemático.
Posada cuenta con hoteles, panadería, supermercado y una fábrica donde se vende queso de Valdeón y buena mantequilla. Dentro de su reducido tamaño tiene una escuela con patio. El nuevo polideportivo es un edificio de gran tamaño. Algo apartado está el Centro de Interpretación del Parque Nacional, aunque está en proyecto el nuevo centro de visitantes.
Goza, pues de servicios básicos para un valle que llega a quedar medio aislado durante el invierno. Carece, sin embargo, de gasolinera. Los vecinos de Valdeón tienen que desplazarse hasta Riaño, al otro lado de las montañas de la Cordillera.
Mantiene vivo su patrimonio etnográfico con sus hórreos y deportes tradicionales como los bolos o la lucha leonesa. Un paseo por el pueblo marca el inicio de la ruta.
a) Posada de Valdeón – Mirador del Tombo.
A la entrada de Posada, pasado el puente sobre el río Arenal (valle secundario de Santa Marina de Valdeón), se coge la primera calle que entra a la izquierda (sin confundirse con la previa entrada a la bolera).
En la misma esquina del edificio que hace de entrada a dicha calle (los indicios apuntan a que se trata del ayuntamiento) se encuentra la primera marca del PR de la Ruta del Cares.
Por el lado izquierdo de suceden las edificaciones con tienda de recuerdos, por la derecha el muro de un prado donde en sus días se instalaba un bar móvil para la temporada estival. Y de frente uno de los bonitos hórreos de Posada. Aquí el flanco izquierdo pasa se ser finca que busca las orillas del río Arenal. En la casa de la derecha llama la atención un pozo y un reloj de sol.
Se continúa por la calle, no muy lineal, con la misma tónica de fincas o edificios a uno u otro lado de la calle. Se recibe -al poco- otra calle que viene de la escuela y entra por la derecha. Siempre manteniendo la dirección se entra en un pasillo entre casas. Aquí, se deja la calle para salir de esta esquina de Posada por la pista que se abre a la izquierda.
En unos metros se llega al puente que asiste al encuentro del río Arenal con su amigo Cares. Al otro lado del puente una pista tira a la izquierda, junto a una torreta de la luz, perdiéndose en el recodo arbustivo. Nuestra ruta toma el ramal de la derecha, paralelo al río Cares. Separado el camino de Posada por las aguas y las huertas aledañas, comienza el paseo con una mirada de despedida de este trasero de Posada. La belleza del entorno y de alguno de los rincones de estos pueblos de Valdeón contrasta con el uso abusivo de la uralita para los tejados, en detrimento de la teja. Lo explicaban los vecinos por el alto coste de la teja y el precio más modesto de la uralita, en un valle que, durante siglos, vivió de la agricultura y de la ganadería.
La pista camina bajo los taludes montunos donde muere el Macizo de Las Peñas Santas, representado aquí por la emblemática Torre Bermeja. Pronto se llega a la encrucijada de caminos, en la cabecera del embalse que cierra el valle. Nuestra pista se une a la variante procedente de Los Llanos. Fundidas prosiguen camino, por debajo del cementerio. El paseo disfruta con los pescadores que tiran sus cañas a las aguas del embalse.
Este remanso artificial del Cares cierra el valle gracias a una presa, construida con el fin de un primer aprovechamiento hidráulico del río. En la orilla opuesta del embalse existe una pequeña área recreativa presidida por la estatua de un urogallo. En el panel explicativo allí colocado pueden observarse la nueva vida nacida del nuevo humedal del Cares.
“Embalse de la Vega Boyán”, encabeza el texto del panel. “A mitad de camino entre los pueblos de Posada de Valdeón y Cordiñanes –continúa relatando–, el embalse de la Vega Boyán es un pequeño remanso interpuesto en el curso alto del río Cares. La escasa profundidad del embalse, unido a la baja fluctuación en el nivel de sus aguas, explica la presencia en este enclave de un singular conjunto de especies animales y vegetales amigas de las aguas dulces. Aunque algunas son muy difíciles de observar (como la nutria), o solo aparecen en algunas épocas del año (como la garza real), otras son muy frecuentes y llamativas”. Con dibujos y texto enseña varias de estas especies: Libélulas y caballitos del diablo; espadaña o enea; lavandera blanca; aviones y golondrinas; garza real; ánade real o azulón; nutria….
Como montañeros se trata de evitar el asfalto en la medida de lo posible. Pero también hay que tener en cuenta que las márgenes de la carretera encierran rincones, curiosidades o construcciones que no se disfrutarán por quienes sigan este camino (y a la inversa). Hecho este apunte se continúa por la pista, unos metros separada de la orilla del embalse. Con un agradable paseo se llega a la altura de la presa. La carretera camina bastante más alta por las laderas de la margen derecha del río Cares.
Aunque no es una presa de grandes dimensiones, da mayor relevancia a este pequeño hundimiento del río Cares. El canal que surte la primera central del río surca los terraplenes de esta ceñidura por la misma ladera por la que se precipitan los tremendos desniveles de la carretera.
Pasada la presa el valle parece tomar otra dimensión. Aún se camina entre bosquetes y prados, pero quizás el cambio de rasante del Cares defina un territorio regentado por Cordiñanes, puerta abierta a las grandes torres del Macizo Central, todo el entorno de los dominios del Llambrión.
La pista desciende con levedad por la margen izquierda del Cares, mas sólo con contacto auditivo o visual de los arbustos que lo flanquean. Llaman a esta alternativa de la carretera el Camino del Bustio, quién sabe si construido este antiguo camino real sobre restos de una antigua calzada romana, pues no faltan los autores que atribuyen al topónimo “Valdeón” una evolución de lo que fue “Valle de legión”.
Hay un cruce no lejos de la presa, mas no plantea mayores problemas. Es un ramal que sube a un prado cercado aislado más arriba en la ladera. Al lado está el reguero que corta la pista, vestigios disimulados por la vegetación de un argayo que, a mediodía de un día de tormenta, se precipitó casi desde la misma Horcada de Pambuches hasta la misma orilla del Cares, formando un surco de enormes dimensiones de más de dos kilómetros de longitud y arroyando por canalones, lleras, vaguadas y morrenas tajados y modelados por los riscos de la Torre Ciega y las extremas Torres de Arestas (con un desnivel de más de mil metros). El hombre quiso demostrar a La Naturaleza que sus obras de ingeniería doblegarían las peñas del Cares, pero a cada paso que se irá dando en esta ruta aquélla demuestra que es lenta y parsimoniosa, mas cuando se enfada aplasta sin esfuerzo años, meses, días y horas de trabajo infructuoso del hombre.
Este pacífico paseo por el Camino del Bustio se acerca tranquilamente a la altura de Cordiñanes. La distancia que los separa permite una visión más amplia de todo el entorno del pueblo. Este conjunto habitado de Valdeón queda asentado a media altura entre las estribaciones desplomadas de las Peñas Cifuentes (muralla natural que defiende por el Oeste el Macizo Central, donde destaca la afamada Torre del Friero) y las orillas del río Cares. Cede el mosaico de las diferentes tonalidades de verde de los prados de Cordiñanes ante las redondas desprendidas de los farallones que lo protegen. En este punto el Valle de Valdeón empieza a perder su fisonomía de bosques y laderas, reclamando la peña mayor parte de protagonismo, sin definir aún un desfiladero.
Termina el largo faldeo del Camino del Bustio en el giro de la pista que acomete una bajada directa a la carretera de Caín, entre prados floridos que alimentan los enjambres de abejas que se intercalan durante el trayecto, otrora mieleros aprovechados en la Hoz y Garganta del Cares.
El Camino del Bustio muere en un tramo llano y recto de la carretera de Caín, pasado el ceñido callejeo por Cordiñanes cuyas casas se observan de frente, al otro lado del hundido río. La carretera afronta aquí un largo rodeo ante la inconsistencia del terraplén que entra directo al Mirador del Tombo de La Pandiella.
Al chocar con la carretera se gira a la izquierda. En la próxima revuelta asfaltada arranca el camino que se dirige a la Canal de Capozo. La siguiente curvona recibe el tramo de pista que ataja desde Cordiñanes, a unos metros del Mirador del Tombo de La Pandiella.
Destaca dicho mirador por la figura esculpida de un rebeco engaramada en un alto pedestal. Con las cortadas y despeñadas estribaciones del Macizo Occidental (sector de la Torre Bermeja) a la espalda se encuentra la larga plancha de metal con los relieves y topónimos esculpidos de las peñas del entorno.
Sito el mirador en las mismas fauces del lobo, entre los afilados colmillos de uno y otro macizo, pierde la perspectiva que se venía disfrutando desde el alto Valdeón. La Torre Bermeja, señora feudal de una esquina de la Montaña de Covadonga; la Torre del Friero, una de las catedrales naturales más bellas de España, o la bella historia local del Llambrión donde llegan las primeras nubes que anuncian la tormenta, quedan desfigurados, cuando no escondidos, en un conglomerado de peñas y agujas que no son sino vasallos de sus altivas cimas.
b) Mirador del Tombo – Chorco de Los Lobos / Ermita de Corona.
Se afronta ahora el tramo más descontrolado de bajada. La pista se cuela entre el Mirador del Tombo de La Pandiella y la carretera que baja a Caín. Pista y carretera trazan dos curvas de herradura similares, pero de sentido contrario, para volver a cruzarse más abajo.
Durante este corto tramo de descenso se hace evidente el cruce entre pista y carretera. En la curva en que la carretera se pierde de vista está en pedestal de La Posa / Posá La Santa, un pequeño apoyo de piedra en que se apoya la imagen de la Virgen de Corona el día de la procesión.
Con la idea de evitar la carretera no se baja hasta este apartadero, sino que se continúa por la pista pisando sólo la carretera en el tramo en que se cruza con el camino antiguo. La pista, a cada paso más cerrada, reconvertida al final en sendero, choca con otra pista. De frente se volvería a la carretera. Descolgándose por la rampa hormigonada que baja al río Cares se cruzaría el Puente Sesanes. Al otro lado, unos metros más arriba, pueden visitarse la necrópolis medieval de Barrejo, al lado mismo del edificio de la Central Hidroeléctrica que aprovecha las aguas del embalse de La Vega Boyán, cuyos tubos se precipitan por los argayados cantiles bajeros de la Canal de La Sotín (hendidura glaciar vertebradora de las Peñas Cifuentes y los heleros sobre los que se yergue la Torre del Llambrión).
La necrópolis está formada por un conjunto de tumbas de desiguales tamaños. Se excavaban hoyos en el suelo según la dimensión de cadáver, rellenando el borde terroso del sepulcro con lajas o lanchas. Más podría contar el panel explicativo de la necrópolis; pero, si no se ha repuesto en estos últimos años, ha seguido el mismo destino de todos los carteles informativos de los lugares de interés: el salvajismo y la desidia.
Vuelta la ruta a la carretera de Caín, se llega a la fuente de Tejaoscura. Se encuentra en la margen izquierda de la carretera, en una zona abierta de boscaje con zona de aparcamiento al otro lado. Este apartadero correspondía al lugar donde estuvo situada una caseta de información del Parque Nacional de los Picos de Europa.
La fuente tuvo en su día un cartel de “no potable”. No debe confundirse esta información con la más habitual de las fuentes de montaña sobre “agua sin garantía sanitaria”, es decir, que no ha sido objeto de inspección. En Culiembro (en plena Garganta del Cares) puede encontrarse este cartel. La fuente de Tejaoscura fue inspeccionada y declarada “no potable”, acompañando el certificado de los análisis donde ponía los límites rebasados.
La carretera continúa su descenso internándose en un aparente boscaje donde el arbusto aún tiene protagonismo. Por la derecha de la carretera quedan vestigios del camino antiguo, todavía transitable (con mayor o peor penuria). No obstante se trata de un tramo corto de asfalto hasta los primeros invernales del Monte de Corona. Aquí se coge la pista que baja a la ermita de Corona.
El Chorco de Los Lobos. A unos 250 m., carretera abajo, se encuentra el Chorco de Los Lobos. A la derecha de la carretera se ha colocado la antigua caseta de información del Parque (antes sita enfrente de la fuente de Tejaoscura). Al lado una pequeña área de descanso con fuente.
El chorco se sitúa al otro lado, también con panel explicativo. Su funcionamiento se recoge ya en documentos de 1610. Esta trampa para matar lobos es la mejor conservada de los Picos de Europa (y objeto de una importante restauración); una gran obra vista la sencillez del Chorco de Amieva (cuya visita fue programada para la ruta corta del mes anterior, alternativa a la subida al Pico Canellín). El funcionamiento es prácticamente idéntico. Se reúnen los vecinos de los pueblos para acorralar a los lobos de la zona del Monte Corona. Un grupo de personas son las encargadas de ir “guiando” a los cánidos hacia la trampa.
La trampa consiste en un chorco, estructura de piedra circular y de gran altura. Tiene una puerta de acceso al pozo para recoger los cadáveres de los lobos matados. El agujero reservado a los lobos se sitúa más alto en el otro lado de la estructura, pues la ladera presenta más altura por este trasero del pozo. Del chorco parte una larga empalizada que remonta por toda la ladera hasta perderse en lo alto del bosque. Dicha empalizada se abre en abanico, formando una boca de entrada cada vez más amplia. En el centro de esta línea de empalizada se sitúan los chozos, a modo de conos de madera, abiertos por el lado que escapa a la mirada del lobo acorralado. En cada chozo se situaba un vecino. Una vez encauzados los lobos en el recinto empalizado, sólo les quedaba tirarse ladera abajo. Al rebasar cada chozo, el vecino encargado del mismo les cortaba la retirada. Chozo a chozo iban las alimañas viendo ceñido su escape. Al final estaba el agujero de entrada al chorco por el que se precipitaban a ese pozo, sin salida, donde se les daba muerte.
La ermita de Corona. Se desanda el tramo de carretera para retornar a los primeros invernales del Monte Corona, donde, según comenté, arranca la pista que baja a la ermita.
Un breve descenso lleva al Puente Corona, que permite el paso a la margen derecha del río Cares. Seguidamente, en un aparte de la pista, se ha habilitado el Puente Nuestra Señora, para salvar la torrentera nacida del escabroso, vertiginoso e insondable Argayo de Nuestra Señora, en los mundos de los glaciares del Pamparroso.
Unos pasos conducen a La Casería, conjunto de buenos invernales que reparten los prados de siega de este rincón del Monte Corona. En la primera de las camperas los invernales allí reunidos hincan sus piedras ante el pórtico y espadaña de la ermita de Corona..
Las parroquias de Soto y de Posada de Valdeón, un año cada una, celebran la novena anual los primeros días de setiembre. El día 8 de este mes, los vecinos de Valdeón bajan la imagen de la Virgen en procesión, cuando de Soto, cuando de Posada. Durante la bajada con la Virgen tiran voladores al alto valle de Valdeón. Los vecinos de Caín suben, asimismo, a venerar la imagen en la ermita de Corona. Sueltan igualmente voladores para anunciar su peregrinar al campo de la ermita. Sólo que los diablos de la peña ganan en estruendo a los vecinos del alto valle, pues sus voladores restallan en las pegadas peñas de la Hoz de Caín, formando un eco ensordecedor que retumba por todo el Monte Corona.
Pelayo, vencedor en la Batalla de Covadonga, fue proclamado rey. Unos dicen que en Asturias, otros que en Liébana y, los vecinos de Valdeón, reclaman su coronación en su montaña, de ahí el topónimo de Monte Corona y la veneración a la Virgen de Corona. Aunque la procesión data del siglo XVI, cuando los vecinos de Valdeón buscaron en amparo de la Virgen para la mayor sequía que se recuerda. Y la lluvia llegó….
c) Ermita de Corona – Santiján – Puente Canceles.
Por las rodadas de los prados de siega se reemprende el paseo. Estos claros en el bosque dan idea de la dimensión del Monte Corona. Esta mancha forestal impide que las estribaciones de Peña Santa y Torrecerredo lleguen a juntarse, aplastando una sucesión de vegas en que los valdeoneses tienen su sustento. No ha dejado el Monte Corona lugar para la formación de un desfiladero de pura piedra. En el fondo de este valle apretado de bosque se irgue el Cueto Agudos, vigilado muy por encima por sucesión de cimas de la Torre de Los Cabritos. El Cueto Agudos marca el fin de esta depresión de contrastes, bajo cuyas paredes rompen las últimas praderas ganadas al Monte Corona: Santiján, Peguera y Las Vegas.
Al final de los prados de siega de La Casería vuelve a marcarse la pista. En este centro del valle, carretera, río y pista caminan paralelos, sin llegar a juntarse. Arbustos, bosque, taludes, lleras se suceden en ambas márgenes del Cares. El río no detiene su curso cuando carretera y pista se abren a nuevas vegas. El camino antiguo entra en los invernales de Santiján. Observa la Canal de Capozo, que se abre camino bajo las paredes de la Torre de Los Cabritos y del Cueto Agudos. Por sus cangas resbala el río Peguera, que vierte al Cares tras el puente que permite el paso de la carretera.
Por la margen derecha del Cares aún continúa la pista, salvado el paso por los prados de siega de Santiján. Gira al final para cruzar el Cares por el Puente Santiján. Aquí, en la boca del desfiladero, vuelven a coincidir el camino antiguo con la carretera.
En este tramo de asfalto personas y vehículos se dejan acompañar con las aguas tormentosas del Cares. Este río de aguas frescas y cristalinas desata su furia cuando los elementos tocan una sinfonía infernal. Cuando las grandes avenidas de agua se concentran en un lugar tan escarpado y ceñido como este desfiladero, no hay puente que se resista. No todos los días luce el sol ni se contienen las nubes.
La ruta se acerca a otro de los puentes de la carretera: el Puente Canceles. Sumida en las fauces de la peña, no encuentra otra salida que seguir las rodadas del presente.
d) Puente Canceles – Puente de Piedra – Prados de Castro – Collado el Pando – Caín.
Por el Puente Canceles se retorna a la margen derecha del río Cares. Sigue el Puente Piedra, un pequeño puente de la carretera que salta el umbrío recodo de la riega Mueño. Unos metros más allá, cuando el desfiladero quiere abrirse por el costado derecho, monta sobre la carretera un viejo sendero. Se sube por él. Entra en los Prados de Castro, antesala de la vasta Canal de Moeño o Mueño, cuya riega se ha escapado por los acantilados del Puente de Piedra.
El sendero atraviesa los prados por encima de una abertura de la carretera. Mientras ésta apoya su estructura para sostenerse en los desplomes de la Hoz de Caín o La Robre, el sendero camina plácido entre praderas para coronar el Collado Pando, coincidiendo con el camino que viene de la majada de Moeño.
El Collado Pando abre la puerta a las profundidades de Caín, un oasis oprimido en el centro más abisal de los Picos de Europa, vergel de huertas, terrazas y prados de siega regados por los manantiales que brotan de cada una de sus peñas. Por el Collado Pando devola uno de los cuatro caminos vertebradores de Caín, el resto de los senderos usados por los cainejos para buscar los escasos pastos de las alturas del Cares son líneas de equilibrio, desventíos, armaduras o cualquier tipo de construcción útil para vencer al abismo. Dicen que los cainejos no mueren, sino que se despeñan. Cabras y ovejas son los rebaños con que cuentan los vecinos de Caín para obtener su sustento, aunque hubo un tiempo en que tenían vacas que, por caminos en apariencia imposibles, se animaban a subir a los altos pastos.
El camino traspone el Collado Pando y se dispone a bajar a las orillas del Cares. Un pequeño puente recibe las espumas de la torrentera de La Jarda, que brota de la misma peña unos metros más arriba. Más abajo también cruza la carretera el Puente La Jarda, en su romper sobre el estruendoso Cares.
Para situarse a la altura de la carretera, el camino se descuelga en sucesivos tornos para recalar en un conjunto de invernales a las afueras de Caín, a la vera de la carretera. Evitada la Hoz de Caín, se cruza por el asfalto el Puente Grande, sobre las turbulencias del Cares. Con el camino recorrido se pone fin a la primera parte de la ruta, que desde el abierto Valle de Valdeón bajó hasta el recóndito pueblo de los indómitos cainejos.
Caín se asienta en la margen izquierda del río Cares, bajo las mismas verticales del Jultayu. Recibe las aguas de sus dos principales canales, Mesones y La Jerrera (unidas en las pozas y cascadas de Caín de Arriba); una abierta bajo los contrafuertes de la Torre Santa, y la otra descolgada del Joón, hoyo envolvente de Peña Blanca, cuyas verticales paredes pugnan en belleza con los abismos del Jultayu.
2) Caín – Poncebos: La Garganta del Cares o “Garganta Divina”.
La Garganta del Cares es una frontera caliza inexpugnable que separa las tierras de León y de Asturias. Vista la boca de esta ingente tajada que desgaja los macizos más altivos de los Picos de Europa parece increíble todo paso por sus entrañas. Pero durante siglos hubo tránsito desde los pueblos leoneses de Valdeón y los asturianos de Cabrales (Bulnes y Camarmeña con mayor fundamento). Multitud de caminos se fueron asentando en la peña logrando enlazar los pasos de uno y otro lado de la garganta.
Pero fue la construcción de un canal de aguas para alimentar la Central Hidroeléctrica de Poncebos la que dio origen a una ruta que, con los años y la mejora del camino de servicio, se ha convertido en una de las más conocidas de España.
Una idea de la magnitud de esta obra de ingeniería se descubre al leer uno de los paneles informativos de la llamada “Ruta del Cares”, sito en Los Collaos (con fotos cedidas por Mariano Zubizarreta). Transcribo el texto de este cartel del Parque Nacional de los Picos de Europa: “SENDA DEL CARES: ABRIENDO NUEVOS CAMINOS.
El canal del Cares. Desde 1915 a 1921 la Sociedad Electra de Viesgo llevó a cabo las obras de captación y conducción de las aguas del río Cares desde el pueblo leonés de Caín hasta la central hidroeléctrica de Poncebos, en Asturias. La dificultad del terreno y los problemas técnicos que fueron surgiendo modificaron la idea inicial de un solo túnel entre la presa de Caín y la cámara de carga de Camarmeña, por donde discurren los 11 Km. de canal. El resultado es el canal de hoy, que con un desnivel de uno por mil tan pronto aparece en la superficie como se interna en uno de los 71 túneles barrenados a mano y construidos por los más de 500 trabajadores que empleó la obra. De la dureza de la misma son testimonio las 11 vidas que se perdieron en diferentes accidentes.
En septiembre de 1945, para solventar las dificultades de mantenimiento del canal debidas a la antigua senda, se emprendieron las obras de la actual, que se prolongaron hasta junio de 1950. Para ello se realizaron diversos trabajos, como picar roca para fijar cargas de dinamita que abrieran camino, levantar muros de piedra para construir la senda a nivel, instalar rudimentarios teleféricos manuales para cruzar personas y carga de un lado a otro del río, o cortar madera para construir los puentes que, salvando abismos de hasta 60 m., obligaban a los obreros a trabajar atados con cuerdas.
Dos accidentes mortales fueron el trágico balance de esta obra llevada a cabo por 45 obreros, casi todos de Caín, Valdeón y Cabrales, que arriesgando su vida trazaron uno de los más hermosos y cómodos caminos montañeros del Parque Nacional.
Acompaña el texto, aparte de las fotografías, un mapa, el perfil longitudinal, así como los tiempos, desnivel y distancias entre Puente Poncebos (200 m.) y Posada de Valdeón (939 m.). Las distancias totales llegan a los 21 km. a recorrer en un tiempo total de 5 horas y 30 minutos.
Entre Caín y Puente Poncebos se fija la distancia en 12 km.; 5 km. hasta Culiembro; otros 5 hasta Los Collaos, y 2 km. más para bajar a Puente Poncebos. Todo ello en un tiempo total de 3 horas y 15 minutos.
Hitos relevantes del trazado de la actual “Ruta del Cares”.
a) La presa de Caín.
Se encuentra en la boca de la garganta, en las inmediaciones de Caín, unas centenas de metros río abajo. Se reinicia la andadura por la margen izquierda del Cares hasta el Puente Los Pinteros. Por las lleras de la otra margen del río, bajo los senderos que buscan paso por el Canto Mabro (vertiente del Macizo Central), se llega a la presa de Caín. El Puente La Presa es el punto de arranque se este camino pintado en la peña.
b) Los túneles.
El río se cuela entre dos paredes verticales que casi se tocan. El camino se abre paso por una largo túnel con agujeros abiertos para que entre luz y, como efecto secundario, ventanas abiertas a las entrañas de un desfiladero otrora oculto a las miradas de los hombres.
c)Casiellas.
Al otro lado del Canto Mabro, en la margen derecha del Cares, destaca el invernal de Casiellas. Desde la “Senda del Cares” se accede a él por un puente colocado sobre las pozas del río. Por encima de Casiellas se eleva la ingente Canal de Dobresengos que, desde la misma orilla del Cares remonta hacia el límite de los dos mil metros de los Hoyos Grandes, bajo las paredes de Torre de Cerredo (con sus 2650 m. se erige en techo de los Picos de Europa).
d) Puente Los Rebecos o de La Covona.
Es el primero de los dos grandes puentes de la ruta. Colgado a una altura considerable sobre el río Cares da entrada a una de las más hermosas apreturas de la garganta. Muchas debieron ser las contingencias de este tramo para separarse el camino construido para el mantenimiento del canal hacia la otra vertiente del desfiladero.
e) Las Huertas de Sulatranvia.
Constituye el único tramo de la actual senda tallado en los bajíos desplomados del Macizo Central. Todo el resto del trayecto sigue, a distintas alturas, el recorrido del canal por la vertiente del Macizo Occidental, margen izquierda del río Cares.
Este enclave se erige en uno de los más fotografiados de la ruta, sobre todo, cuando, echando la vista atrás se descubre como el sol ilumina el puente sostenido en el vacío y las siluetas de la gente se recortan en el túnel anejo.
Si el tramo de Los Túneles deja disfrutar de las entrañas de la boca de la garganta, en las Huertas de Sulatranvia el río apaga su sonido por las decenas de metros que lo separan del bullicio. Las paredes por las que se cuela están contenidas por las vigas del largo del puente. Apretura y umbría abismal son la tarjeta de presentación de este tramo entre los puentes, donde el sabio miedo invita a no asomarse a buscar las piedras del profundo Cares.
f) Puente Viejo de Trea y Puente Bolín.
Por La Tranvía baja el camino antiguo, destrepando por la pared en cuanto ceden las verticales de Sulatranvia. El paso a la otra vertiente de la garganta se hacía por el Puente Viejo de Trea, cuyos vestigios aún se conservan. Riegas y saltos vierten al caudal del canal y se precipitan en cascada sobre el curso del Cares.
La senda actual hace el tránsito de vertientes por el Puente Bolín, igualmente colgado varias decenas de metros sobre el lecho del río. Detrás del Puente Bolín la garganta gana en claridad, pues las canales de Trea y Recidroño disimulan la apretura del desfiladero.
Con letras pintadas en la roca se apunta el sendero que entra en la Canal de Trea, vereda que quiere coger la riega nacida en su último tramo, de modo que, si bajando la canal, no se aprecia el punto donde hay que dejar la riega, algún despistado puede quedar colgado en los umbríos saltos de llambria que se acaban de contemplar en la zona del Puente Viejo de Trea. De ahí que, cuando la evocadora Canal de Trea no era tan frecuentada y no había casi camino, los montañeros subían pegados a la pared que la cierra por el otro lado. Hacia ese lado se dirige la Senda del Cares sorprendida por los tilos y nogales que crecen en esta ladera que vierte al Cares.
Sita la ruta en las lenguas de Trea que vierten al Cares, se pierde perspectiva de su magnitud. Mayor detalle, pues, presentan las canales de la margen derecha del Cares, las descolgadas del Macizo Central.
En el entorno del Puente Bolín gana protagonismo la Canal de Recidroño, en cuyo costado mana el torrente de Fuente Prieta, unos metros separado del camino que baja de La Tranvia. Destaca la Canal de Recidroño por las enormes bóvedas naturales que la cierran por arriba. Sobre esta particular formación se sostiene toda la magnífica ladera de Cuesta Duja, vasto pastizal aislado entre las más señoriales canales del Central, cuya alargada pendiente invita con asiduidad a las cargas invernales de nieve a asolar el hermoso bosque crecido en esta panda. Los árboles han aprendido a convivir con los frecuentes aludes, y siempre dejan un paso abierto para los deslizamientos de nieve, de ahí que el bosque se aparte a ambos lados de la vaguada central de Cuesta Duja.
g) El Anchurón de Cabrerizas.
En este tramo de la senda el canal de agua se rebaja al nivel del caminante. Como en una sala de espejos canal y senda parecen aumentar sus dimensiones. El muro se reduce a su mínima expresión y acompasa su fluir al ritmo alegre de los pasos de la gente. Un recodo en que el canal ralentiza su corriente formando depósitos de arena a modo de playa.
h) Riega Las Párvulas y La Portilla.
En el fondo de uno de los arcos que va trazando la Senda del Cares destaca un pequeño puente de piedra para sortear el intrincado reguero de Las Párvulas. Dos carteles se fijan a ambos lados del puente, uno pone “León”, el otro dice que el caminante entra en tierras asturianas.
Unos metros más allá está La Portilla, a la entrada de un túnel con abertura. Quedan restos de la madera que hizo honor al topónimo, una frontera entres tierras hermanas. Mirando del lado asturiano, sorprende la obra del canal en el punto contrario del arco, casi convertido en una especie de acueducto, quedando el curso de agua bajo los pilares, cuya función es sustentar la Senda del Cares.
i) La Sota.
La cabaña de La Sota aprovecha un huerto en un apéndice de una garganta que, hasta aquí, ha dejado pocas opciones a la vida fuera de la vertical. No es su techumbre lo más llamativo de esta majada, diría fea pero funcional, si no su ubicación en ninguna parte.
j) La Madama de La Huertona: Pasarela de Los Martínez.
La Huertona era un tramo más de la senda, con techo hecho a base de barrenos y un túnel más en el camino. Pero la Senda del Cares no deja de ser montaña con los riesgos que ello significa. Un argayo de una roca que se creía eterna se comió literalmente el túnel y un pedazo completo del camino, quedando este cortado en toda su dimensión por un aéreo vacio sobre el Cares.
Para solucionar el desprendimiento se hizo una pasarela de madera, con una ventanita enrejada en el suelo para mirar un río perdido en el fondo del abismo. Una placa y el correspondiente panel informativo dan cuenta del trabajo e inconvenientes de la obra realizada y el porqué de otorgar el nombre de la pasarela a una de las familias más emblemáticas de la historia del Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes.
Comienza el cartel poniendo nombre a la “Pasarela de Los Martínez”: “LOS MARTÍNEZ, UNA SAGA DE MONTAÑEROS IRREPETIBLE. En su sesión de 29 de Julio de 2013, el Pleno del Patronato del Parque Nacional de los Picos de Europa adoptó, por unanimidad, el dar a la pasarela construida para salvar el vacío surgido en la Senda del Cares a raíz del hundimiento acaecido por el desprendimiento del gran volumen de roca conocido popularmente como “La Madama de La Huertona”, el nombre de “Pasarela de Los Martínez”, en atención a resaltar la irrepetible saga de Montañeros, Guías y Guardas de los Picos de Europa que constituye esta familia, de origen cabraliego pero que, en realidad, reúne a todas las vertientes, asturiana, cántabra y leonesa de este sin par macizo montañoso.
Tras esbozar unas pinceladas de cada uno de los miembros de esta reconocida familia, el panel dedica parte de su espacio a contar, mediante texto y fotografías, el proceso de construcción de la actual pasarela. Relata la parte escrita del cartel que “el 17 de Abril de 2012 tiene lugar el hundimiento de la Senda del Cares en la zona conocida como “La Madama de la Huertona”, cerca de Culiembro (T.M. de Cabrales), en Asturias y en las proximidades del límite con León, al desprenderse un bloque de roca de más de 1.000 t de peso y conocido con ese nombre, que englobaba unos de los túneles de la Senda. Ello ocasiona una interrupción total del tránsito por este importantísimo itinerario natural y a cuya solución se dedican inmediatamente y tras adoptar las necesarias medidas de seguridad de cara a los visitantes, la Dirección y Técnicos del Parque Nacional.
Ha de tenerse en cuenta que el desprendimiento ocasionó una interrupción total de la posibilidad de realizar el itinerario de la Senda, no habiendo un itinerario alternativo, al menos practicable por la generalidad de los visitantes de este itinerario en la naturaleza, frecuentado por más de 200.000 personas al año. Por otra parte, ha de considerarse lo que tal interrupción del paso suponía para la economía de los Municipios de Cabrales y de Posada de Valdeón. Por ello, desde un primer momento, los responsables políticos de Asturias y Castilla y León asumieron la importancia de superar este desgraciado accidente, visitando el Consejero de Agroganadería y Recursos Autóctonos del Principado de Asturias y el Consejero de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León la zona ya en la primera semana tras el suceso y adquiriendo el compromiso de reabrir la Senda antes del inicio de la temporada de visitas del verano.
Los dos meses y medio siguientes fueron de una actividad frenética. La obra a ejecutar se declaró de emergencia por parte de la Presidencia del Consorcio que gestiona el Parque Nacional, ejecutándose en un plazo limitadísimo (si se tiene en cuenta el tiempo dedicado a analizar las condiciones geotécnicas del entorno, los trabajos preliminares y el necesario para el diseño de la estructura que debía dar solución a la reposición del paso) y en unas condiciones de especial dificultad, tanto por lo alejado y abrupto de la zona, lo que obligó al transporte de materiales con helicóptero y caballerías, como por el riesgo inherente y permanente para los trabajadores, al actuarse en un principio colgados del vacío aplicando técnicas de alpinismo y trabajos verticales y, con posterioridad, tras establecer una plataforma de trabajo auxiliar, al existir un riesgo permanente de caída al vacío desde más de 80 m, lo que obligó al uso permanente de arnés enganchado a “línea de vida”.
Continúa el texto con la descripción de los trabajos sobre el derrumbe, pero se hace aquí patente que una imagen vale más que mil palabras, y las fotos que acompañan dicha descripción son más espectaculares que la pasarela en sí.
k) Culiembro.
A 6,9 km. para Poncebos y a 3,8 desde Caín, según cuenta una de las nuevas placas que se suceden a lo largo del trayecto. En la misma piedra donde está sita esta información de distancias está pintada un aspa de dirección equivocada de un Sendero de Gran Recorrido. Se trata del GR de la Ruta de la Reconquista, que une Covadonga con el entorno de Gosgaya, en La Liébana cántabra.
El historiador, Don Claudio Sánchez Albornoz, siguiendo las crónicas que narran la batalla de Covadonga, presumió que las tropas musulmanas escapadas de la batalla escaparon monte arriba, viendo cortado su retroceso por el Valle del río Reinazo. Por la Montaña de Covadonga se asomaron a la Garganta del Cares, encontrando paso por estos pastos y canales de Culiembro. Si bien es cierto que, aunque dicho historiador señala la subida a los pastos de Amuesa (“Amosa”) por la Canal de Piedra Bellida, viendo las marcas del GR, que se unen en este punto a la Senda del Cares, quizá sea verdad que los combatientes musulmanes fueron por este camino barrenado en el siglo XX a tomar unas cervezas a Poncebos.
Culiembro es una auténtica majada en el centro de la Garganta del Cares. Aunque sólo se aprecia una buena cabaña, con tejado de teja, al lado de La Senda, las otras pasan desapercibidas porque están unos metros más altas, sobre el camino, dentro del puñado de nogales de la majada. Cuenta también con una fuente, mas muchas veces aparece seca o con un fino hilo de agua.
En su día fue un caserío que llegó a contar con una ermita. Los restos de la ermita de San Julián de Culiembro desaparecieron en 1918 con las obras de construcción del canal.
Al otro lado del desfiladero, destacan los prados de Pando Culiembro, prados de siega con invernales esparcidos por la zona. La collada es puerta de paso a la Canal de Piedra Bellida. Para cruzar el río se ha habilitado un firme puente del que se sale trepando por la peña (un camino en que se han colocado protecciones). Vale la pena bajar hasta la orilla del río Cares para disfrutar del incomparable rincón de Puente Vieya.
l) La Viña y El Farfao.
Otra cabaña puede encontrarse en un lateral de la Canal de La Raya. La Viña aprovecha las paredes desplomadas para sus construcciones. Alguna higuera y un madroño encaramado en la peña son los frutos de esta majada. Para coger los borrachinos habrá que esperar a que maduren y caigan al suelo.
En la misma línea de la Canal de la Raya está la de Sabugo. Ambas son rectas perfectas que suben hacia el cielo; aunque, al igual que en la Canal de Trea, al estar metidos en los bajíos del Macizo Occidental (al que pertenecen estas canales de Trea y La Raya) se pierde la noción de su dimensión y trazado. No así con la Canal de Sabugo. Destaca ésta, además de por su perfecta alineación, por la torrentera del Farfao. El chorro de fría espuma brota de la misma peña, en un corto recorrido para verter al Cares. Ya no quedan restos de los puentes construidos para cruzar este río y el pequeño y rústico paso que se enfrentaba al Farfao.
Las bocas del sistema del Cerro, cuya profundidad alcanza los -1500 m., abiertas en los dominios de Torrecerredo (uno de los más profundos del mundo), sueltan sus aguas por estas oquedades del Farfao. La abundancia de agua dificulta que llegue a concluirse todo el recorrido desde las bocas altas de la Torca del Cerro del Cuevón hasta este manantial de la vera del Cares.
Todos los caminos principales de la Canal de Sabugo buscan la majada de Montellué, en las laderas de pasto resbaladas de este hermoso hayedo, colgadas sobre los riscos de la Garganta del Cares.
m) Cueva Armada / Cuarmada.
Por debajo de La Senda, en la desdibujada Canal de Las Avareras, perece Cuarmada. El mismo topónimo define este curioso enclave. La cueva formada en la peña queda colgada sobre los bajíos de la Canal de Las Avareras. Para acceder a la oquedad se construyó una rampa de madera (como la armadura de los caminos) que aún se conserva, pero rota y desprendida de la peña. Cuarmada era un refugio para recoger el ganado que, con los años, será otro vestigio de un pasado modo de vida.
Por la otra orilla del Cares remonta la Canal de Estorez, no tan lineal como la de Sabugo, pero con el mismo fin de terminar en los pastos de Amuesa.
n) Canal del Saigu.
“La Madama de La Huertona” no fue el único argayo importante del Cares. Anteriormente la Senda del Cares también fue barrida por otro derrumbe. Otro surco abierto en la cabecera de la Canal del Saigu se llevó por delante La Senda. Curiosamente el camino desapareció, pero el canal, que en este punto lo acompañaba, quedó intacto. El tránsito no se vio interrumpido, pues pastores y montañeros pasaban en corto tramo por el ancho del muro del canal.
Ahora una plancha sobre dicho canal hace las veces de camino. Cuando el agua de la riega El Robro viene crecida, se pasa por un puente de madera.
Doblando la Canal del Saigu, junto a un caseto, en épocas de gran afluencia de turistas, suele ponerse una persona a vender bebida, aprovechando el agua del canal como nevera.
o) El Joracao.
Este enorme ojal se aprecia con claridad a las personas que inician la ruta desde Poncebos. Viniendo de Caín queda a nuestra espalda y pasa desapercibido, pese a su gran envergadura. Un enorme ojo que mira a los caminantes que se acercan a Los Collaos.
p) Los Collaos.
Con los kilómetros contabilizados en nuestras piernas, la subida a Los Collaos se hace algo más que una tachuela.
Prácticamente desde Culiembro se difumina la ceñidura de la garganta. Durante muchos kilómetros el corte abismal de Los Collaos se destaca en cada recodo del camino.
Los Collaos tienen forma de tobogán que corta en desplome sobre el Cares. Esta configuración en “U” del collado superior habla del lecho de una pretérita lengua glaciar. La garganta no fue sólo obra de un pequeño cauce de agua, sino de una época glaciar que modeló los Picos de Europa. El corte en “V” que separa Los Collaos del Murallón de Amuesa sí pone de manifiesto la acción erosiva del río Cares.
Antes de iniciar la subida a los Collaos, queda un tramo del camino antiguo que, por El Escalero, baja hasta el río, sin necesidad de afrontar la subida (pero el sendero en el último tramo está bastante gastado). Una vez en el fondo del desfiladero, lo que queda de un intento de hacer una carretera por la Garganta del Cares, sirve para pasear cerca del río hasta Poncebos.
Recomiendo subir a Los Collaos, una sucesión de arcos que enlazan los diferentes collados. Se inicia la subida con una roca a modo de úvula o campanilla invertida, similar a las formaciones del Teide.
A nuestras espaldas se abre la Garganta del Cares en toda su extensión, con el Jultayu marcando el fin del desfiladero, pues a sus pies se resguarda el pueblo de Caín. Con figura similar, pero de menor altura, se eleva la Cabeza La Llambria, hermana gemela en el entorno de la Vega de Ario. También se reconocen los pastos de Ostón, idílica majada donde pasó su vida Presente, a caballo entre las canales de Culiembro y de La Raya.
Coronado el collado superior, la vista se fija en la cuenca del río Duje, afluente por la derecha del Cares, donde se irgue uno de los “falsos Naranjos”, el Cuetu Vierru.
Ladera arriba, en la falla que sostiene la dehesa de Pregüeles, las cabañas de Abeyares adaptan sus construcciones a los conglomerados de la peña.
q) Collao La Jaya.
En pleno descenso a Poncebos se encuentra el Collao la Jaya, una horcadita formada por un peñasco. Aquí arranca uno de los caminos que suben al pueblo de Camarmeña. El camino está bastante deteriorado. Los vecinos usaban como atajo el túnel de desagüe del canal (¡mientras no se abran las compuertas…!).
r) Rexes.
Otras construcciones que aprovechan la peña. Este lugar es fácilmente reconocible por las higueras que saludan a la vera del camino. Higos montesinos de escaso sabor.
En Rexes el camino se acerca a su fin.
s) El Caleyo.
Acabada La Senda propiamente dicha, ya en la zona de asfalto donde llega el camino que baja de Bulnes, se entra en la zona del Caleyo. Aquí se apunta otro de los caminos que suben a Camarmeña. Empieza con un puente de piedra colgado sobre un salto de torrentera, que no es sino uno de los desagües del canal. Subiendo hacia el puente, en el boscaje arbustivo de la vera del sendero, se esconden, en los peñascos de conglomerado que resguardan el bosquete, las Maseras de Caleyo.
Las maseras son como bañeras situadas a distintas alturas rebosando el agua de una a otra. Se esconden en una cueva de difícil acceso. Para entrar en la cueva hay que trepar unos metros por terreno resbaladizo.
t) Puente Poncebos.
Llamamos Poncebos a todo el entorno del embalse, donde está la central hidroeléctrica que hizo posible lo que hoy es la Senda del Cares. No quedan ya vestigios del Puente Poncebos.
En toda esta zona se concentra la carretera de Camarmeña; los establecimientos hosteleros; el funicular de Bulnes; la carretera de Tielve, Sotres y Tresviso; el embalse, y, por los que respecta a la naturaleza, la mecedura del Duje y el río Cares, en la playa donde se refresca el cansado caminante.