PUNTO PARTIDA:
Curvona de Sotres (940 metros), en la carretera de Poncebos a Sotres, ochocientos metros antes de Sotres.
DIFICULTAD:
Muy Alta.
DURACIÓN:
8 horas.
DESNIVEL:
1500 metros.
CARTOGRAFÍA:
Adrados Picos de Europa, Macizos Central y Oriental, escala 1:25.000.
DESCRIPCIÓN:
El recorrido se inicia un kilómetro antes de llegar al pueblo cabraliego de Sotres, en el lugar conocido como Concha el Pradón o, más popularmente, como Curvona de Sotres.
En plena revuelta se inicia la pista que sube a los Puertos de Áliva. Enseguida se desgaja el ramal que se desvía hacia los Invernales del Tejo, importante concentración de invernales que se agolpan en la margen derecha del río Duje.
Cruza esta pista secundaria el lecho del Duje, por encima del puente de piedra del viejo camino empedrado. Apenas se conserva de éste un corto tramo que vuelve a fundirse con la pista en el Collao Coaceña.
Devolamos la collada ya por la pista. Al llegar a la zona de praderías se bifurca para vertebrar todo este valle de pastizal que cierra el Collao Pandébano. Seguimos la señalización que nos invita a remontar por debajo de la Majada La Robre, conjunto de cuadras, cabañas y casas que se asemeja casi a una aldea de montaña, en las faldas de Peña Maín.
La pista no llega mucho más allá, pronto gira en una zona de aparcamiento (sólo apto para vehículos autorizados), donde cierra el círculo con el otro brazo de la misma. Dejamos, pues, la pista, para remontar a la majada de Canero, un par de cabañas y un pedrusco entre las que se encuentra la fuente, también bajo el frontal calcáreo de Maín.
Desde Canero el sendero continúa en llano hacia el Collao Pandébano, amplio pastizal de engarce de la sierra de Maín con las elevaciones de Las Moñas. En una alargada llamarga de la collada se reflejan las elevaciones calizas de Los Urrieles. Con un Urriellu del que apenas despunta su meseta cimera, reclaman el protagonismo el Neverón de Urriellu y el conjunto de los Albos, separados por la Horcada Arenera. Pasan desapercibidas las torres que toman el nombre de la horcada, apenas un apéndice en las estribaciones de Los Albos.
En el incipiente valle modelado por la lengua glaciar que devolaba por la Horcada Arenera, que se precipita bajo los desplomes de Los Albos, se esconde la modesta cubeta que cobija el Lago del Raso. Esta marcada acanaladura rompe sobre la majada de Camburero, hacia la que encaminamos el paso.
Remontamos toda la línea del Collao Pandébano, para alcanzar una collada superior, a la altura de otro conjunto de cabañas, la remozada majada de La Terenosa. En una de sus cabañas, la primera que recibe al caminante, aún hacen majada Rosa y su marido Ortensio. Guardan las llaves del refugio de La Terenosa, que ha quedado envejecido ante los notorios arreglos de las cabañas del entorno.
Al otro lado de la majada ya se entra en un camino labrado a pico y barreno. Sustituye al antiguo sendero de la Vega de Urriellu, suavizando los desniveles y volando los malos pasos. Remonta en lento pero continuado ascenso, cortando toda la ladera que vierte al Monte La Varera, hacia los contrafuertes inferiores del Collao Vallejo. Dobla a la vertiente de las Canales de Valleyu por un voladizo en la peña. Es este recodo del camino excusa irrenunciable para una pausa, ante la contemplación del monolito del Naranjo de Bulnes.
Sobrecogen también las Canales de Valleyu, que descienden en forma de embudo sobre el Jou Baju. Por el otro lado observamos las trazas del camino que sube a la majada de Camburero, por la estrecha quebrada de la canal del mismo nombre.
La majada se encuentra justo al lado contrario del que nos encontramos, en un remanso escorado del Jou Lluengu, donde recibía la lengua glaciar procedente del Raso. Nos enfrentamos a una larga travesía por las Canales de Valleyu y por todo el Jou Lluengu.
El camino de Urriellu nos permite salvar sin dificultad las llambrias que daban renombre a las Canales de Valleyu. El peligro durante el verano queda reducido a las caídas de piedras.
Todo este circo de jous y canales cierra cual abanico en el Valle de Balcosín, una tajada perfecta que ha desgajado el Monte Acebuco (en la ladera del Cueto del Albo) del Monte La Varera. Tras la fugaz visión de Balcosín, se dobla la peña hacia el Jou Lluengu.
Nos dejamos caer del camino de Urriellu, nuevamente volado en un tramo de peña vertical. Inicialmente bajamos por un ramal del mismo, un intento frustrado de evitar la peña, para enlazar enseguida con un sendero que atraviesa todo el Jou Lluengu en dirección a la majada de Camburero.
El sendero no llega propiamente a la majada, sino que entra más alto. Tampoco tenemos que bajar nosotros a Camburero, sino que debemos entrar en las cangas superiores del circo que cierra la hondonada de la majada. Dejamos la compañía del Naranjo, que nos había venido ofreciendo sus mejores perspectivas, un monolito anaranjado de bella figura. Entramos por el costado de los paredones que delimitan el Jou Lluengu por el Oeste, por una pequeña concha. Apenas asomar a las cangas colgadas sobre la majada, ya enlazamos con una sucesión de puntitos de color que guían nuestra subida.
El primer tramo, que presenta alguna corta trepada, nos va desplazando acusadamente hacia la derecha, siempre tendiendo a la vertical de la majada de Camburero, pero ganando altura con rapidez. Un gran canalón remonta hacia peñas inalcanzables. Parece nuestro destino, pero el sendero sigue escorándose a la derecha, para entrar en el lecho más abierto de una pretérita lengua glaciar.
El lago no se va a dejar ver hasta el final, pero un jito natural le delata. Una bonita aguja a la que parece que le han comido un buen bocado, es una de las picas que cierran el circo glaciar el Raso. La majada está cada vez más empozada, el Collao Pandébano se aleja en el horizonte, pero ya estamos en la línea de la aguja de referencia.
La entrada no es fácil, una primera trepada reseñable. Cede la peña pero no la inclinación, terreno de transición hacia una llambria que ciega la continuación. Hay que afrontarla para seguir progresando hacia el lago, lo más sencillo es trazar un zigzag, primero vira a la izquierda, para salir en diagonal sentido opuesto. El tramo (IIº) es relativamente expuesto, de ello da fe una corroída cuerda fija que asegura el paso.
Por encima nos enfrentamos a un caótico laberinto de bloques, que vamos sorteando hasta coronar la horcadita por la que pasamos al cuenco del lago.
De todas las lagunas de los Picos de Europa, es –probablemente– el que presenta un grado de colmatación más acusado. Las algas y demás materia orgánica ya se va apoderando de su lecho, dándole una tonalidad putrefacta cuando el estío es más acusado. Las cristalinas aguas de los lagos de montaña se van apagando en El Raso.
La tremenda subida desde Camburero no es sino el aperitivo de lo que nos queda. Los ingentes espolones y quebradas de Los Albos son una lectura fácil que no queremos admitir, aún estamos muy abajo.
Subimos directos hacia los paredones de Los Albos. Proseguimos el penoso ascenso por sus lleraos sin perder de referencia la base de la peña. En su flanqueo se adivina un punto débil, una torrentera de desagüe que se abre hacia la acanaladura cóncava que remonta hasta los canalones de la vía normal al Neverón del Albo (IIIº).
Entramos por la invitación del surco que ha labrado el agua, para ir desviándonos hacia la izquierda, buscando una aérea vira que corta en diagonal hacia las Torres Areneras (picos anejos al conjunto de Los Albos que caen sobre la Horcada Arenera). La vira de ascenso sólo presenta un paso intermedio cegado que obliga a una corta trepada (IIº).
El propio terreno nos saca a las cimeras de las Areneras, a un cabezo intermedio entre las dos torres principales y el torreón que se desploma sobre la Horcada Arenera.
De las torres principales es accesible la cima secundaria, a la que llegamos con una sencilla pero aérea trepada por toda la cresta.
Cambiamos de vertiente, y bajamos por el canto occidental del cabezo intermedio. Un destrepe nos deja en una horcadita, donde se inicia la travesía hacia el canalón de descenso, pegado a la torre Sur.
Del mismo canalón arranca la canaleta de subida a esta última torre. Presenta un resalte intermedio (IIº), que da paso a una grieta cada vez más ceñida que alcanza una horcada cegada y apretada. Desde aquí se afrontan las placas de llambria que dan acceso a la cima. Desde este torreón natural se controla el paso de los montañeros que se encaminan a Torrecerredo. Devolan por la Horcada Arenera, a la que ahora nos dejamos caer.
En la Horcada Arenera cogemos el pisado sendero que une los refugios del Jou de los Cabrones y de Urriellu. Bajamos al Este, hacia este último. Va faldeando los lleraos del Neverón de Urriellu, hasta encaramarse en el crestón de la Corona del Raso, una de las mejores vistas del conjunto de Urriellu. Al final de la cresta debemos meternos en la estrecha Brecha de los Cazadores, para bajar a la rampa de salida hacia la Vega de Urriellu, a la que se llega tras penar por un terreno rompepiernas.
En la vega ya enlazamos con el camino de servicio del refugio que, por los lleraos y bloques del flanco derecho del Jou Lluengu, nos permite cerrar el círculo.
La alternativa mucho más sencilla es:
DIFICULTAD:
Fácil.
DURACIÓN:
5 horas.
DESNIVEL:
700 metros.
DESCRIPCIÓN:
Acompañamos a nuestros compañeros hasta la majada La Robre, camino del Collao Pandébano. La vitalidad de pasados tiempos pastoriles ha dejado un conjunto más próximo a un pueblo de montaña abandonado que a una majada de altura. Dejamos la pista para acercarnos al poblado. Lo que antes era el antiguo camino que continuaba a Bulnes por el Collao Pandébano, es ahora una cuesta de abonadas ortigas.
Por una muezca entre las peñas que amenazan las casas y cuadras de La Robre, se cuela el sendero que sube a la majada de Sotarraña. Las majadas de este costado de Peña Maín aprovechan recogidas hondonadas de pastizal que remansan sobre los farallones en que se asienta la sierra. Sotarraña no es una excepción, Grosea es un calco más abierto a los Urrieles y Argandonbín, en el extremo opuesto de la sierra, es la joya de los miradores del Naranjo.
Una valleja reclama nuestros siguientes pasos. Amplia al principio, y acompañada del bosque después, se desvanece en los lapiaces de las cimeras de Maín; pero el caminar ya ha sido encauzado y pronto nos vemos coronando las dos cabecinas de la sierra: la Cabecina Quemada y el vértice somital de la Cabecina la Mesa (1.612 m.).
Peña Maín es una de las montañas más reconocidas por las vistas con que ha sido agraciada. Reclama parte del protagonismo el buscado Naranjo de Bulnes, mas también se abre a todos los macizos de los Picos de Europa. Es un apéndice de los Urrieles que se ha ganado una personalidad propia.