PUNTO PARTIDA:
Soto de Sajambre.
DIFICULTAD:
Media, por la posible presencia de nieve.
DURACIÓN:
6 horas.
DESNIVEL:
1.000 metros.
CARTOGRAFÍA:
Adrados Picos de Europa Macizo Occidental, Escala 1:25.000.
DESCRIPCIÓN:
1) Soto de Sajambre.
Soto es un aparte escénico del municipio de Oseja de Sajambre. Este valle recóndito moría en el vacío del Salto de San Pedro. Sin salida natural a la capital, vivía en relativa autosuficiencia. Existía antaño una iglesia rural, como anejo de la parroquia de Santa María de Oseja. Para el mantenimiento del cura se fundó, en el año 1625 la capellanía de Santa María del Pópulo. En la iglesia actual de Soto, bajo el patrocinio o advocación de Santa María de las Nieves, se conserva una imagen de la Virgen del Pópulo (siglo XVII).
El Túnel de Picarancón es la boca del valle. En el embudo en que se entuba el río Agüera, la carretera está tomada por la umbría del bosque. No en vano, el topónimo Soto, deriva del término latín “subtus” (“bosque”).
Cede el hayedo ante el empuje de las praderas de la vera del río de Soto. El bosque se aparta del lecho del valle, donde las flores crecen bajo el sol primaveral. En el extremo Norte de la cabecera del valle, se yergue el bastión calcáreo de Peña Beza, vigilante del soto.
En la ventana de Barcinera, se abren las calizas del Cornión, germen del Parque Nacional de los Picos de Europa. Soto, guiño de Peña Santa, se esconde de las miradas de la parroquia matriz, mientras sus luces duermen bajo las llamaradas de la reina de la Montaña de Covadonga. De ahí, su reconocimiento como “jardín de Peña Santa”, en alegoría de Delgado Úbeda.
2) Soto de Sajambre – Vegabaño.
Contando inaugurado el aparcamiento a la entrada del pueblo, la ruta se inicia unos metros antes de entroncar con la Senda del Arcediano. Este camino medieval vertebra, asfaltado, toda la travesía de Soto.
A la altura de la iglesia, en la muria de sustentación del prado anejo, se ven, de nuevo, marcas amarillas, al igual que en la entrada de Soto. Ambas pertenecen a dos senderos de pequeño recorrido distintos.
Calle arriba, en paralelo al río Agüera, se funden pintura blanca, amarilla y roja. Una compañía efímera, pues el rojo y el amarillo se separan. El Gran Recorrido de la Senda del Arcediano deja el asfalto; mientras que las marcas del pequeño recorrido, invitan a pasar el puente sobre el río que acompaña el paso.
El asfalto serpentea en cuesta sobre el barrio alto de Soto, donde se encontraba el viejo refugio de un grupo de montaña asturiano. Cerca está la casa donde vivía Valentín. Un vecino de cara agradable que pasaba los días a lomos de su caballo, acompañado por un perrito fiel y asustadizo. Siempre tropezaba al montañero en cualquier rincón del valle, mostrándole todos los senderos de su montaña.
Delante de la casa del recordado Valentín, se desdoblan la pista general de Vegabaño, con el antiguo camino carretero. El muro que sostiene la pequeña explanada de aparcamiento, hace de vértice del cruce. El camino viejo entra encuevado entre la casa y el muro. Abandona el pueblo en un rincón sombra, bajo el puente sobre el río Agüera. A unos metros del camino chapotea la fuente y el atechado lavadero.
El camino carretero se eleva sobre los tejados de Soto. La fuerte pendiente remansa en El Piquero. En esta llanada de la ería de Soto pudo enclavarse el antiguo emplazamiento del “pueblo del bosque”. En el horizonte, irguiéndose sobre el Puerto de Barcinera, destellan las calizas de Peña Santa. Fincas, invernales, bosques y puertos se hincan ante la presencia de La Reina.
Se continúa remontando por el centro del valle hasta la Boca Miraño. Este túnel forestal forma el embudo natural de la isla de pradera de Miraño. Estos prados de siega ciegan la cabecera del valle. Una hondonada de pastizal cercada por el hayedo. Por las laderas boscosas, se van formando regones que alimentan el río Agüera.
El camino carretero salta sobre el regato, cortando el lecho común pista y naciente río, y el talud de torrentera que escapa de esta recogida cabecera de Miraño. La pista inicia una larga subida por las laderas inferiores del Pico Neón (contrafuerte prieto del Jario). El ascenso se vuelve más tendido, pues la caja de la pista traza revueltas más amplias que las del camino original (maldecido por las aspas de dirección equivocada del PR de Vegabaño, que lo condenan al ostracismo).
En todo este tramo, eminentemente forestal, son contadas las escasas ventanas de pradera que abren su vista el fondo del valle. Aunque las marcas de pintura invitan a salir a la pista de Vegabaño, entre la hojarasca una trocha guía lo que en otro tiempo fue antiguo camino. Este atajo trepa por el talud de la pista principal de la vega, unos metros antes de la explanada de aparcamiento que valla el paso de vehículos a Vegabaño.
Cerrada la portilla, se vuelve a evitar el paseo por la pista. En el talud de un ramal que sube a contramano, se retoma el viejo camino carretero. Se va por la tangente de pista de aterrizaje acordonada. Se alza soberbio sobre la hundida pista, retornando a un hayedo de musgos y barbas de capuchino.
Coronado un cerrillo, muere a la vera de una encrucijada de pistas. Sin saberlo, el montañero disfruta de Vegabaño. Mientras la pista principal de la vega entra en esta hermosa lágrima de Peña Santa con pomposa magnificencia, la soberbia del antiguo camino se muestra en su humildad. Pasa por Vegabaño con sigilo, susurrando a las hayas vidas pasadas.
3) Vegabaño – Llareya.
La pista de la izquierda es la continuación de la principal que viene de Soto, a su paso por Vegabaño. El ramal de pista de la derecha, se pierde en el hayedo. La ruta toma la pista intermedia, que vuelve a desdoblarse en los primeros pasos.
Se toma el ramal superior, dejando el que baja a morir al refugio de Vegabaño. Ambas pistas cuentan con un ancho desproporcionado de caja, quizás para competir con las grandes hayas que crecen a su vera.
El paseo no tarda en llegar a la cuenca del arroyo Truégano. Su curso pasa al lado del refugio de Vegabaño. Un largo claro del bosque deja apreciar la proximidad y belleza de la vega. Por el Norte, se oyen las voces de los compañeros de la ruta alternativa, perdidos en el bosque que corona la calva Cotorra de Escobaño, recóndita atalaya de la Vega de Abaño (Vegabaño). La omnipresente Peña Santa, sólo se despista entre las hojas del tramo de hayedo que queda por remontar.
Pronto seguimos la pista que sube por el sombrío bosque. La pista troncal concentra el tránsito de vehículos ganaderos a las praderas de Llareya. Puede escaparse por algún ramal que lame la loma directa de la majada. Del camino comunicante con el vecino Valdeón llegan sendas perdidas entre el matorral del mayor claro del ascenso.
El haya cede ante el empuje del pasto. Es árbol de grandes alturas, pero no logra alcanzar las altas cotas de los Picos de Europa. Más montunos y resistentes, pero dormidos bajo la nieve del postrero invierno, los matorrales y líquenes tocan el mentón del alto Jario.
El chozo de Llareya recibe los coletazos de los últimos copos. Algún rayo caído de las nubes calientan las gargantas de los pajarillos, que cantan a la esperada estación primaveral.
4) Llareya – Pico Jario (1914 m.).
El Pico Jario forma por la vertiente de Llareya un farallón rocoso de agujas quebradizas. Las altas laderas que miran a Oseja son faldas de pastizal de suave relieve. El pisado sendero de los montañeros permanece tapado por el manto níveo. No obstante, el alargado muro pétreo que culmina el Jario deja abierta una puerta natural en la depresión de la Boca de Neón. Esta collada, corona el canto del farallón, aprovechando una ladera de blanco pasto invernal que se cuela por la antesala del Pico Neón, contrafuerte extremo del dominante Jario.
Ganada la collada, el sendero espolvorea la nieve del filo del Jario. El viento azota del canto de la montaña, dejando el paso franco para el montañero, sólo centrado en disfrutar del entorno.
El Pico Jario es cumbre aislada, nexo de unión visual entre la Cordillera Cantábrica y los Picos de Europa. Bisagra de engarce con el Precornión, es mirador altivo del Sajambre del Sella y del compartido Carombo. Las Peñas Cifuentes llaman a los Urrieles, pero nunca se pierde de vista a la Señora del primigenio Parque Nacional de la Montaña de Covadonga.
Alternativa
DIFICULTAD:
Muy fácil.
DURACIÓN:
4 horas.
DESNIVEL:
600 m.
DESCRIPCIÓN:
1) Soto de Sajambre – Vegabaño.
Desde las honduras de Soto, o de su antiquísimo emplazamiento en El Piquero, la vista va perfilando, casi con meridiana precisión, todo el circuito que envuelve la cabecera del valle de Soto.
Barcinera y el oculto Vegabaño, marcan la doble collada que cierra la parte superior de la cuenca del río Agüera. Aquel puerto remansa las faldas de Peña Beza. Las hayas que abren las puertas de Vegabaño, forman la collada aneja, en el declive del Pico Neón. El morro de bosque de Las Devasas, se intercala entre ambas colladas, tapando la calvera de la Cotorra de Escobaño.
Siguiendo las huellas del grupo que pretende hollar el Jario, la alternativa se planta en la encrucijada de pistas que trae el aroma de Vegabaño. Descendiendo por la pista de la izquierda, aguantando un suspiro de incertidumbre, las alhajas de Vegabaño relucen en las estribaciones del Cornión, el macizo de Peña Santa.
Caminando por el presente, se olvida el sustrato de nuestro pasado, tanto remoto como mediato. En la vega mueren ruinas de las viejas cabañas, herederas de los tiempos del neolítico, como atestiguan los enterramientos funerarios descubiertos en Vegabaño. No todas las cabañas padecen el mismo destino. Aún se conservan un buen número de éstas; mas, alguna tan remozada, que ha perdido su sentido tradicional.
Vegabaño es pasto y bosque, pradera de charcas y arroyos que alimentan los ganados; cromatismo de verdes estivales, iluminados por las estribaciones calcáreas de los extremos del Cornión y los bastiones del Precornión. Beza, por el embudo de salida de la vega, y Los Moledizos, ventana abierta en el rincón de la majada, soplan su brisa sobre el montañero recostado.
2) Vegabaño – La Cotorra de Escobaño (1518 m.).
En la misma boca de Vegabaño se deja la pista que retorna a Soto. Paseando en dirección Este, con la mirada puesta en los altos Moledizos, una cabaña trata de coger la sombra de un par de árboles de la majada.
Por el Norte de esta última cabaña, se empiezan a marcar en el pasto las rodadas de una pista. Su caja entra en los escobales en dirección Nordeste. Con niebla puede confundirse con otro ramal, pero éste tira en dirección Este-Sudeste. Muere en el bosque, en las laderas que vierten al Dobra (por donde baja el camino de enlace de Vegabaño a Carombo).
La pista que se debe coger está señalizada como PR del Parque Nacional. Da una buena vuelta para retornar a los bosques cimeros del valle de Soto. Buen rodeo que se evita con un repecho que sube directo desde la vega (al Norte, dejada la pista de la vega).
Ascendiendo unos metros por la pista, se toma una vereda de tierra que remonta toda la ladera forestal. Esta cuesta de hojarasca trata de montar sobre la loma que se desliza desde la Cotorra hasta las pobladas Devasas.
Cabalgados en la llomba, se tira a coger las crines del caballo, cerdas de roca y troncos que resbalan por la cabeza de La Cotorra. Esta cerra sacude el hayedo, dejando la calva natural de su prestigiosa cumbre.
La Cotorra de Escobaño es punta de Carombo, cortada del alto Dobra y hormiga de Peña Santa. Incardinada en los extremos del Precornión, es la estación meteorológica de Vegabaño. Recibe impasible las masas de nubes que se unen por los desfiladeros de los Beyos y del Dobra, es decir, del Sella y de su afluente predilecto.
3) Cotorra de Escobaño – Barcinera.
Desandado el rastro de la Cotorra, se vuelve a caer a la pista señalizada como PR. Se continúa la marcha en sentido ascendente, para devolar por el próximo Colladín de las Devasas (apenas un punto de inflexión de la pista, perdido en el bosque).
El rápido descenso conduce al Puerto de Barcinera. Aún resta un poco de paseo por encima de las vertientes que vierten al Dobra.
Una bifurcación precede al Collao de Barcinera. Mientras la pista inferior apunta su bajada a los mundos de Carombo; la superior, rampa a tocar la collada.
El Collao Barcinera echa su melena de hayedo hacia el valle de Soto. La faz de campera, no evita un guiño a Peña Santa, a pesar de la descuidada barba de arbolado que resbala sobre Carombo.
3) Barcinera – Llagubeñu – Valdelosciegos – Soto de Sajambre.
El camino sube hasta la collada, siendo testigo un mojón de pastos. Sigue por la comba de aquélla, girando hacia las laderas forestales que vierten a Miraño. Pierde toda la consideración de pista, con apuntes de camino carretero.
Un caminar relajado por el bosque, enturbiado por un rebalgo de barrizal de una riega de abrevadero, conduce a otro cruce señalizado. Un sendero de tierra, que, sin reparar en el poste de direcciones, pasaría desapercibido. Es un camino de servidumbre de paso, de los ganados asturianos por tierras leonesas. Sin embargo, por esta jornada sólo resta disfrutar el descenso al fondo del valle. Se deja el Camino de Los Rocinos para los animales de carga, continuando por la amplia y suave caja del camino carretero, en dirección a Soto.
Tras el cruce, el reposo anuncia sus últimos coletazos. El camino se detiene a sestear en un rincón del fresco hayedo. Cede el bosque, y una vereda de tierra se deja caer entre espinos. Un apéndice de matorral rastrero espanta brevemente al bosque, dejando disfrutar de una abierta panorámica del valle y los las cimas que lo envuelven. Esta ladera recibe los rayos de la cálida falda Sur de Peña Beza. En los hayedos de los faldones del Pico Neón, se rememora la ruta matinal común del Llama Ello. En las puntas del Jario quieren oírse las voces de los compañeros de la ruta larga.
La ladera de bajada pronto se va modelando en una morrena. El sendero la corta en un giro, retomando un descenso más diagonal. No tarda en volver el arbolado, aunque las descuidadas murias de piedra, son indicio de praderías ganadas al monte.
Por un túnel vegetal, con atributos de caverna, el camino se sume en los pastos de Llagubeñu. En la parte alta de la pradera han levantado un cercado para el ganado. A falta de camino pedregoso, un rápido torno a la izquierda resbala por una alfombra de pasto. En la zona inferior de este improvisado desvío, otro torno, esta vez a la derecha, permite retomar el camino perdido. Éste parece decantarse por la espesura arbustiva.
En un rincón de cabañas, praderas muriadas, sombría y viejo camino, se trazan un par de tornos. Poco queda ya, para la fusión con la afamada Senda del Arcediano. En una revuelta de la misma, en las aberturas de Valdelosciegos (con un ojo mirando al puerto de Beza, y el otro al empozado Soto), el camino de Barcinera muere en un tramo de pista horadado a la antigua senda.
La pista se encauza entre trincheras de terruño y sebe. Lindes de fincas, alternan con laderas de escobas o matorral. A la espalda del grupo, el sol de la tarde ilumina la fortaleza de Beza y la hermosa Peña Santa.
La Senda del Arcediano faldea en bajada por las laderas del valle. Entronca con la pista que viene de Güembres. Unas sencillas palabras, y la respiración vuelve a jadear en la descontrolada caída al pueblo. En la parte alta de Soto, se cierra el circuito que envuelve toda la cabecera del Jardín de Peña Santa.