PUNTO PARTIDA:
Curvona de Sotres (940 metros), en la carretera de Poncebos a Sotres, ochocientos metros antes de Sotres.
DIFICULTAD:
Media.
DURACIÓN:
7 horas.
DESNIVEL:
1200 metros.
CARTOGRAFÍA:
Adrados Picos de Europa, Macizos Central y Oriental, escala 1:25.000.
DESCRIPCIÓN:
Se plantea otra ruta desde Sotres, que otra vez empezamos en la Curvona de Sotres. Volvemos al Collao Pandébano y, aunque nuevamente remontamos por toda la comba de la collada, esta vez es para seguir de frente, ladera de matorral arriba.
No hay en este tomado faldón evidencias de camino, sí rastros confusos sin principio ni fin. Ganamos altura, refrescados en la sombra que no abandona las laderas que miran al Cantábrico. Las cabañas de La Terenosa se van haciendo más pequeñas a cada paso, mientras buscamos rebasar las alturas de Maín, sobre cuyas cabezas calcáreas refleja el crudo sol del estío.
No intentamos una subida directa, atacando la ladera sin compasión, sino que nos vamos escorando con intención hacia la izquierda, buscando un oblicuo canalón que vertebra toda esta vertiente de Las Moñas.
Encauzados en el canalón no tenemos más que progresar, montaña arriba, a medida que el viejo camino de la majada nos va contando su historia.
Nos creemos cerca del cielo cuando la ladera quiebra su penosa monotonía. El camino disimula con sus tornos finales, como queriendo dilatar la esperada sorpresa.
La ladera se transforma en un estanque vegetal de ondulados pastos. Los cencerros aún resuenan entre las ruinas de una majada dejada de la mano del olvido. No es Las Moñas una majada de hermosos paisajes, sino un paisaje en sí misma. Una pausa en el latir de la montaña, donde laderas y quebradas encuentran una tregua.
La cabeza a que da nombre la majada es la montaña que se eleva sobre nuestras cabezas, cuya falda forma la boca que frena toda esta suave vaguada de Las Moñas. Puede atacarse directamente, ladera arriba. Su cumbre es engañosa, pues se esconde detrás de la roma cabeza que se ve desde las cabañas.
La Cabeza Las Moñas (2.078 m.) es un morro abierto a los cuatro vientos. Cae visualmente sobre las Vegas de Sotres, en pleno valle glaciar del río Duje, conjunto de vega e invernales dependientes del pueblo de Sotres, que tampoco se escapa a nuestros dominios contemplativos. El Neverón de Urriellu y Los Albos son los máximos representantes de un macizo de calizas, en contraste con vegas de pastizal como la de Las Moñas.
Siguiendo la comba del cordal nos encaminamos al Cabezo Los Tortorios (2.148 m.), cuya cúspide cierra el vértice extremo de este submacizo deudor de Peña Castil. Durante la aproximación a esta montaña se irá perfilando la monolítica silueta del Picu Urriellu.
El Cabezo Tortorios corta sobre el Collao Camburero, en el remansar de uno de los lados de la pirámide de Castil. Para bajar al collado seguimos el canto de Los Tortorios hasta que encontramos la muezca de paso a la vertiente de la collada, que se alcanza en pocos minutos.
Entre Los Tortorios y las faldas de Peña Castil se cuela una herbosa canal que fluye hacia las Vegas de Sotres, en pleno valle glaciar del Duje, con todo el Macizo de Ándara como telón de fondo. Doblando el canto de los costados de Castil que cortan sobre la cabecera de este valle se esconde la Cueva del Hielo.
Para dirigirnos a la cueva, iniciamos la ascensión a Peña Castil. En los primeros compases de la subida, con apenas unos metros ganados sobre el Collao Camburero, devolamos una falsa collada hacia la izquierda. Es el arranque del flanqueo sobre la canal de descenso a Las Vegas de Sotres, una travesía sobre un cuenco cegado de la misma. Sin llegar al collado que cierra el flanqueo, remontamos una canaluca herbosa, para doblar el canto superior. Al otro lado ya se intuye el recogido jou en que se oculta la boca de la cueva. Hasta bien entrado el verano mantiene una lengua de nieve que dificulta la entrada a la gruta. La nieve remansa en un suelo plano y transparente, un bloque de hielo de varios metros de grosor en el que apenas podemos mantenernos en pie. Los cercos cubiertos de agua que reciben las gotas del techo de la cueva, son los restos de las columnas de hielo que se forman en la estación fría. Con un frontal y unos crampones, podremos ir descubriendo los misterios de este depósito de hielo.
Las opciones de regreso son dos: la canal apuntada por la que bajaríamos hasta las Vegas de Sotres, y la variante del programa por el Jou del Carnizosu.
En este caso, tendremos que seguir un sendero que corta todo el faldón de Peña Castil, tras cuyas diagonales irrumpe la monolítica cimera del Naranjo de Bulnes. El costado opuesto de esta pirámide de Castil, es una quebrada tajada sobre la depresión del Jou del Carnizosu.
El sendero dobla el canto, y se cuela entre las peñas, buscando el fondo del jou. Se trata de una ruta de paso a la Canal de La Celada, a través de la alta collada empastada con las llambrias verticales de la cara Nordeste del Naranjo.
Una vez en el Jou del Carnizosu, dejamos la senda que flanquea las pedreras, para girar hacia la boca de desagüe de esta cubeta. Nos colamos por su collada inferior, siempre buscando el terreno más favorable del lecho acanalado que fluye desde la depresión. En la parte baja corta nuestra trayectoria el trabajado camino de servicio del refugio de la Vega de Urriellu.
Sin pérdida seguimos camino a cerrar el círculo en la majada de La Terenosa, tras merendarnos el penoso repecho hasta los contrafuertes inferiores del Collao Vallejo.
La alternativa mucho más sencilla es:
DIFICULTAD:
Muy fácil.
DURACIÓN:
5 horas.
DESNIVEL:
300 metros en ascenso y 1.000 metros en descenso.
DESCRIPCIÓN:
Entre las posibles alternativas de la jornada, se propone la travesía de Sotres a Poncebos por el pueblo de Bulnes. Quedan apartadas otras opciones como la subida hasta el Lago de Las Moñetas.
La travesía propuesta nos permite compartir camino con nuestros compañeros hasta el Collao Pandébano. Aquí se termina prácticamente nuestra cuota de ascenso. Trasponemos a la vertiente contraria de la collada, cara al maravilloso conjunto de Los Urrieles aquí representados por el Neverón de Urriellu y Los Albos. El Naranjo de Bulnes, es un invitado que se irá haciendo disimuladamente con el protagonismo paisajístico del recorrido.
Faldeamos por laderas montunas, frente a los muriados y segados prados de La Terenosa. Apenas un par de cabañas nos salen al camino. El sendero se descuelga al fondo de la vaguada, pero nos apuntamos a las trazas de otra senda bien marcada que continúa en llano hacia una próxima collada. Es camino de paso al Arrudo, mal paso en el corte de Maín que se encarama en lo alto de la sierra, para comunicar uno de los tesoros pastoriles de Tielve, la majada de Argandobín.
Nosotros nos detenemos en la collada para coronar la morra de su izquierda, la Cabeza Matarredonda, un mirador natural sobre la majada de Arnandez. Un aislado peñasco que se crece por el regalo paisajístico con que le ha condecorado el Naranjo.
Bulnes ha vendido su funicular autoproclamándose mirador del Naranjo, cuando desde el pueblo no se llega a ver este monolito. Aunque tiene el sobrenombre “de Bulnes”, las mejores estampas del Picu, aparte de los tradicionales miradores del Pozo de la Oración y de Camarmeña, se contemplan desde las majadas de Bulnes, Camburero y ésta de Arnández.
Precisamente a este conglomerado de cabañas nos dirigimos tras la pausa contemplativa de la Cabeza Matarredonda. El sendero se desgaja en diagonal del que flanquea hasta los cortados del Arrudo. Atraviesa la ladera remansando en este enclave pastoril que apenas deja entrever los signos de abatimiento.
Buscamos una servidumbre por las praderías de la majada, para bajar directos a retomar el camino de Bulnes, que dejáramos en las cercanías de Pandébano. Nos hundimos en el fondo de la depresión, perdiendo toda referencia panorámica. Bulnes se aparece tras un recodo del camino, un pueblo recogido en una hoya cerrada entre los contrafuertes de Amuesa y los desplomes de Maín. Es pueblo afamado por su secular aislamiento, que no por el paisaje que domina. Pueblo de pastores que han aburrido al mismísimo Picu Urriellu, al verse doblegado una y otra vez. Pero pueblo empozado, sin más verdad que la agresividad de su enclave.
Tenía una penosa comunicación con las villas de Cabrales a través de los flancos de la Canal del Texu y los desfiladeros del Cares. En la actualidad cuenta con un funicular que permite el transporte de viajeros y mercancías desde la vera del Cares, donde hoy pasa la carretera que sube a Sotres y Tresviso.
El viejo camino por las Salidas de Bulnes es hoy un vestigio de un pasado presente, reliquia de andarines nostálgicos.